POR VERÓNICA KLINGENBERGERPERIODISTA@vklingenberger
-Para llegar al cielo hay que atravesar un tráfico infernal y lanzarse de un taxi en marcha en pleno Zanjón (a alguien se le ocurrió cerrar la salida al Estadio Nacional). Después de caminar sobre una vereda cubierta de basura, pasamos un control, y otro, y otro más allá. Sorteamos una larguísima hilera de camiones, levantamos los brazos y nos dejamos palpar; por fin caminamos más rápido hacia esa luz que asoma al final del túnel. El Nacional está encendido, las expectativas son altas: no todas las noches podemos ver en vivo a una de las mejores bandas del mundo.
-Hace 33 años, cinco chicos de Abingdon, Oxfordshire, encontraban su propio cielo en la sala de música de una escuela privada. Sus ensayos eran los viernes y por eso bautizaron a su banda como On a Friday. Según Colin Greenwood, bajista, y hermano de Jonny, desde el comienzo todo se trató del sonido de un quinteto: si podías aportar más dejando que otro toque tu instrumento, mejor.
-Un coro de ángeles. Un quinteto sinfónico. Música de cámara en un estadio. Esto es cualquier cosa menos una banda de rock. Corrijo: es mucho más que una banda de rock. Quizá eso es lo que valoran sus fans y de lo que se ríen sus detractores. Pero esa noche no pude evitar que un pensamiento flote constantemente sobre mí: la belleza, a esos niveles, produce una melancolía que es como un estado de gracia. Algo así como cuando los santos hablan de apariciones.
-Thom Yorke, Jonny Greenwood, Colin Greenwood, Ed O’Brien y Philip Selway se las han ingeniado para hacer dos de las cosas más difíciles en el mundo del pop: seguir juntos durante décadas y hacer la música que les da la gana. Si la vida es una serie de decisiones con sus respectivas consecuencias, habría que celebrar ese momento de 1996 en el que Radiohead invirtió sus ganancias en construir un estudio y lo llenó de artefactos futuristas y exóticos con el único objetivo de inventar nuevos sonidos. Hay una nota muy recomendable al respecto en NME titulada ‘Como Radiohead se convirtió en los Beatles del siglo XXI’. Y no bromean. El artículo está muy bien argumentado y demuestra cómo estos ingleses revolucionaron no solo la música, sino también el negocio
-La historia es conocida: escribieron el himno dark de los 90 (cómo la cantamos); editaron un discazo guitarrero (The Bends); compusieron una obra maestra y premonitoria de estos tiempos (OK Computer) y varios de los mejores discos de nuestra época (In Rainbows, Kid A, Hail to the Thief). Verlos en vivo fue como hacernos chiquitos y meternos por las ranuras de un vinilo. O ser abducidos por una gran nave espacial que producía luces de todos los colores y el ruido más bonito al volar (*). No sabía que se podía viajar a través del tiempo y llegar al pasado y al futuro a la vez. Nostalgia, estupefacción y mi más sincera admiración. Todavía no podemos volver del todo.
(*)Algunos amigos aseguran que en el Campo B hubo problemas de visibilidad (pantallas muy abajo, andamio de sonido tapando parte del escenario) y el sonido.
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