Jose Barreto
Hace algunas semanas leí un artículo en un medio musical local que llamó mi atención. Titulaba ‘Vivo x el Rock 8: Dejen de vivir del rock’.
En el cuerpo del texto, el redactor apunta su romántica artillería contra César Ramos, organizador del evento a quien, en líneas generales, le reclama por traer bandas extranjeras lejos de sus años de gloria y alinear a las ‘mismas bandas locales de siempre’ (Libido, Amén, Mar de Copas, 6 Voltios).
Dando un paso más adelante en su enérgico reclamo, tilda al festival de ‘estafa’ y – lo que me parece más inocente aún- enrostra al público peruano en general su ‘falta de cultura musical’. ‘(El público), que a pesar de ser engañado año tras año, sigue yendo en masa a estos festivales’, versa el artículo. Discúlpeme, oh sabio, luminaria del conocimiento musical.
En el colofón de su sesuda argumentación, exige a Ramos ‘apoyar a la escena local’ porque ‘muchas bandas están esperando una oportunidad’.
La conclusión que podemos sacar de todo esto es que la utopía en la cabeza de este defensor de ‘la escena’ es que los empresarios -y remarco, EMPRESARIOS- se preocupen por las necesidades de las bandas emergentes, les den espacio en festivales PRIVADOS y, además, les permitan codearse con bandas ‘de primer mundo’ que estén sonando en su más rebuscada y snob lista de Spotify. ¿No quiere también que le compongan sus canciones?
No, amigo. No por tener una banda te mereces la gloria. Nadie te va a pagar el sueño ni te va a dar una oportunidad simplemente porque eres parte de ‘la escena’. Lamentablemente, ese lloriqueo por oportunidades es el paraguas bajo el cual se refugian propuestas mediocres que se aplauden unas a otras cuando despotrican contra ‘el sistema’.
Lo más irónico es que esos mismos guerrilleros de Facebook, blogs y medios musicales piden que se brinden oportunidades en las radios, programas de TV y festivales, a los cuales previamente les han tirado basura con ventilador.
No, amigo. Este festival no es una estafa. El empresario es libre de hacer su evento como le dé la gana. Puede traer las bandas que quiera y hacerlo en el patio de su casa, si desea. Es su dinero. Él arriesga, no tú. Él pierde o gana, no tú. El line up se comunica antes de que se pongan a la venta las entradas. ¿O acaso prometen algo, te hacen comprar la entrada, y luego no cumplen lo que prometieron?
No sigamos engañándonos ni llenando la cabeza de mentiras a los jóvenes: si una banda no jala gente es porque no está haciendo algo bien, no porque no le dan oportunidades.
Por último, no está de más recordar un hecho irrefutable: el Perú no es un país rockero por naturaleza. La cumbia mueve cerca de medio millón de soles por concierto, Los Shapis llenaron más de dos veces el nacional y el Grupo 5 fue el primer grupo de ese género en tocar en discotecas de Lima -todos estos datos fueron muy bien recopilados en el artículo de Día 1 de El Comercio -. Entonces, ¿por qué el rock tiene que ser privilegiado y protegido por encima de la cumbia o el folclore, por ejemplo?
Mucho hay por analizar con respecto al comportamiento del público peruano, los programas de radio y los empresarios. Pero, ¿de qué vale si nos pasamos la vida lloriqueando? A las bandas, preocúpense por hacer buenas canciones, hagan discos, trabajen en su difusión, háganse camino. Nadie está para ser mecenas de nadie en esta época. A los guerrilleros de Facebook, por favor, no vendan humo. Un festival no va a cambiar ‘la escena’.
The Cranberries regresa, después de seis años, para Vivo X el rock 8
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