Carlos Villagrán es reconocido a nivel mundial por haber integrado el elenco de ‘El Chavo del 8’ asumiendo el papel de Quico, el niño cachetón y engreído de la vecindad. Se ganó el cariño del público porque se volvió el complemento ideal del Chavo ya que ambos -a pesar de discutir seguido- eran grandes amigos.
Su participación no solo se dio en este programa. Villagrán también participó en varios capítulos del ‘Chapulín Colorado’ y ‘Chespirito’. Además, formó parte de ‘El Chanfle’, película que produjo Roberto Gómez Bolaños en 1978.
Luego de salir oficialmente del elenco de ‘Chespirito’ ese mismo 1978, Villagrán emigró a Venezuela y realizó otros programas cómicos como ‘El Niño Papel’ (1981), ‘Federrico’ (1983 – 1984), ‘Kiko Botones’ (1986), ‘¡Ah, qué Kiko!’ (1987-1988), entre otros. Precisamente, en el último mencionado estuvo acompañado por Ramón Valdés, quien también revivió su antigua interpretación como Don Ramón.
Otra actividad que tiene este actor es pasear su circo por todo el continente. Nuestro país también lo recibió infinidad de veces, siendo una de las últimas en 2015, en donde aprovechó para despedirse del pueblo peruano porque indicó que sería la última vez que se vestiría como su exitoso personaje de la vecindad.
La enemistad que se generó entre Villagrán y Gómez Bolaños fue muy sonada y duró por años. Sin embargo, se volvieron a encontrar en 2000, cuando la cadena Televisa le realizó un homenaje a ‘Chespirito’. Los entredichos continuaron, pero cuando sucedió el fallecimiento de Gómez, Villagrán tuvo el gesto de despedirse asistiendo a su funeral. Ahí se encontró con Florinda Meza, con quien se dio un sincero abrazo con el que sellaban para siempre la pelea.
Hace unos días, aprovechó su cuenta de Facebook para contar una singular anécdota que le sucedió en Perú. “Había mucha expectativa por ver el circo de Kiko. Tanta gente fue que luego me dijeron que en la primera función hubo 150 niños extraviados. Pero lo peor fue que mucha gente se quedó afuera. Me dieron un auto para movilizarme y al salir me percaté de que no tenía gasolina suficiente. Me fui a una estación de gasolina. Saludé a mucha gente y de pronto vi a dos niños de casi siete años que venían corriendo hacia mí. Uno de ellos estiró la mano y tenía un billete muy arrugado que me mostró diciéndome ‘¿me dejas la entrada en cinco soles?’, indicó.