(Opinión) Días de verano en la ciudad

“Puedes descubrir el placer de pasear por las vías peatonales del Centro Histórico, ir al Parque de la Muralla o la Alameda Chabuca Granda, donde debes comer picarones”.

Por Zoë Massey

El verano ya está aquí y con él la modorra de las tardes. Pero también los atardeceres con color, la insolación, las tardes de paseos por el malecón, la playa. Hay más gente en la calle, menos gente de mal humor (espero). El sol trae sonrisas a la usualmente gris Lima y también algunas opciones divertidas.

Esta vez entonces te voy a recomendar cosas que puedes hacer al aire libre. Soy una amante de los espacios abiertos, lejos de los techos, con los pies en el pasto. Creo fervientemente que los espacios públicos deberían ocupar un porcentaje importante de toda ciudad, pues ayudan a un mejor desarrollo social de todo grupo de personas.

Entonces: la playa. ¿Cómo llegas si no tienes carro? Pues yo no tengo y nunca he tenido. Puedes usar el Metropolitano para ir abajito, te lleva a La Herradura y otras playas chorrillanas. Por supuesto, también puedes bajar caminando a la Costa Verde. Lamentablemente, cada vez son menos las playas con arena, pero recuerdo que de chiquilla (más chiquilla) iba feliz a Punta Roquitas a encontrar una posición en las piedras que no me atravesara la columna o un pulmón y el resto del día era un lujo. En la playa tienes el heladito de rigor (el glacial helado si estás al sur), puedes tomar clases de tabla, meterte a hacer paddle o hasta canoas polinesias. Sí: todo esto en las playas de abajito no más. Para ir al sur, llegas a la Panamericana y tomas el San Bartolo, si ya eres más apurado te vas a Atocongo y tomas el Maleño (ojo, no para en todos lados). El trajín para luego darte un buen chapuzón lo vale todo. Para mí, en el mar la vida es más sabrosa.

Si no eres de playas, los parques del malecón de Lima también tienen lo suyo. Una tarde de picnic con amigos, un paseo con tus perros, patinar, montar bici, ir en skate o simplemente caminar sin apuro. Desplomarse en el pasto, tomar sol, leer un buen libro, desconectarse del smartphone un rato (aunque el malecón de Miraflores cuenta con WiFi en varias zonas). Hay un grupo de niños grandes que organizan ‘Juguemos en el Parque’ en el María Reiche. Todavía no he ido, pero viendo sus fotos en redes siento que me estoy perdiendo de mucho por floja; ya iré, lo prometo. Allí mismo puedes ejercitarte haciendo Essentrics con Denise Crisanto, interesante y diferente manera de canalizar tu energía, estirar y fortalecer los músculos al aire libre. Ya llegando al Parque del Amor puedes lanzarte en parapente. En el parapuerto pregunta por Rainer Binek, uno de mis locos favoritos de la vida y -aquí entre nos- el único con el que esta temerosa de las alturas se animó a volar y lo haría de nuevo infinidad de veces. La sensación de estar flotando es increíble. Claro, todo esto después de gritar un rato (video hay que lo prueba). También puedes unirte a los capos que hacen slackline y probar tu equilibrio y capacidad de risa cuando toques el piso de cara, cosa que a mí me pasaría de todas maneras.

Otro plan es pasear por el Centro de Lima un sábado por la mañana o a la tarde (evita el mediodia porque el calor puede aplastarte contra el piso), almorzar en alguno de los lugares de menú más clásicos, lanzarte en el bus al Cerro San Cristóbal (en un día despejado ves hasta el Morro Solar). Puedes probar los helados artesanales del Restaurante Don Juan en la cuadra 3 del Jirón Carabaya (el de lúcuma es un golazo). Puedes descubrir el placer de pasear por las vías peatonales del Centro Histórico, ir al Parque de la Muralla o la alameda Chabuca Granda, donde debes comer picarones y si encuentras al señor del sanguito no lo dejes escapar. También puedes simplemente sentarte en una banca de la Plaza de Armas a ver la gente pasar y tomarte una foto instantánea con el fondo de Palacio de Gobierno.

Ahora, todo esto sería más lindo aún si no dejaras tu basura tirada en todos lados, si respetaras los espacios públicos pensando que así como hoy tu lo usas, mañana o más tarde viene alguien más que no tiene porque sortear tus cochinadas para poder sentarse. La playa no es tu cenicero, el malecón no es el baño de tus perros y el pucho que te fumas no tendría porque acabar en mis manos mientras me estiro en la arena o en el pasto. Verano, yo te abrazo con la firme decisión de solo dejar las huellas de mis pies o las llantas de la bici en el parque, la vereda, la arena (ah sí, que el bloqueador te acompañe).

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