Por Jorge GianellaPeriodista peruano radicado en México
No tenía ni dos meses estudiando Ingeniería de Sonido en México, cuando un buen amigo y ex colega del grupo El Comercio me pregunta: ¿Qué es lo que más te ha gustado de DF hasta ahora? Y de seguro que él esperaba una respuesta como ‘la cultura’, ‘la comida’, ‘las mujeres’, o cosas por el estilo. Pero no. Sin dudarlo le dije: ‘El que pasen Chespirito todos los días, sin excepción y en orden CRONOLÓGICO’. Así, con esta última palabra en mayúsculas. A lo que no demoró en responder: ‘Caramba, ¡qué envidia!’. Y claro, también siendo fanático él, dejamos de lado el tema de mis estudios musicales, para contarle el último capítulo del Chómpiras que vi. Y nadie nos detuvo por varias horas.
Eso, exactamente, es lo que origina en todos nosotros don Roberto Gómez Bolaños. La mayoría (o su totalidad) de sus seguidores han confesado haber perdido el cálculo de cuántas veces han visto un mismo capítulo. El que una repetición te llegue a sorprender, debe ser un efecto poco común en el televidente, y programas como El Chavo del Ocho tienen el privilegio de crearlo.
La muestra más evidente de que esto es cierto, es el capítulo de ‘La vecindad en Acapulco’. Ni millonarias y exitosas series como Friends o Two and a Half Men, pueden hacer que se posteen en redes sociales cosas como ‘¡Todos pongan Warner, van a dar el mejor episodio!’. Simplemente, impensado. Con el Chavo en Acapulco, hasta se podría decir que es una obligación avisarle a tu amigo o familiar, que lo van a transmitir.
Pero la pasión por Chespirito no queda solo en la hora que uno invierte frente a la televisión, sino también en nuestro día a día. Lo más seguro es que, si alguien te dijo ‘gracias’, tú respondiste alguna vez: No hay de queso, nomás de papa. O negarás que, ante una situación de riesgo, no quisiste calmar a quienes te rodeaban con un ‘Que no panda el cúnico’. Y ni qué decir cuando alguien saca su licenciatura (de lo que fuese). Lo primero que hace es entrar a su perfil de Facebook para publicar: ‘Díganme licenciado’.
Es así que Roberto Gómez Bolaños se adueñó de nuestras vidas. Y por eso y mucho más, es que le debemos tanto. Por mi parte, además de estas palabras, decidí homenajearlo cantando un fragmento de uno de mis sketchs preferidos: ‘Las Coplas Rancheras’.
Roberto, si decidiste dejarnos, pensaré que fue para llevar tu libreta al cielo, y así poder escribir guiones junto a Ramón Valdez, Raúl Padilla, Angelines Fernández y tu hermano Horacio. Mientras tanto, nosotros acá seguiremos riéndonos cada vez que digas ese clásico y elegante ‘otro gato’. Nunca nos cansaremos de lo que nos supiste dar.
Hasta siempre, pequeño Shakespeare. Hasta siempre, ídolo.