Los fans de la serie televisiva ríen, pero los detractores de “La paisana Jacinta”, que ridiculiza a una rústica campesina andina que emigra a Lima, la consideran una muestra del notorio racismo de una sociedad profundamente desigual que estigmatiza a la población indígena peruana.
Jacinta, encarnada por un actor de manera grotesca, presenta a una mujer pobre e inculta de los Andes desdentada, las trenzas colgantes, desaliñada, con la falda desordenada y tratando de descifrar los códigos de un incomprendido mundo urbano.
El programa, que se emite a diario en una canal privado, tiene gran éxito desde hace muchos años debido a que se basa en la tradición popular de los espectáculos callejeros que reproducen escenas del trato que reciben en las ciudades las “cholas”, un término que suele ser peyorativo cuando se designa a mujeres indias y mestizas.
“No podemos permitir más la discriminación, el ridículo contra nuestro pueblo”, dijo indignada a la AFP, Hilaria Supa, excongresista y legisladora del Parlamento Andino, que ha pedido al canal dejar de difundir el programa para lo cual recopila firmas en su respaldo.
“Estos programas nos ofenden, nos caricaturizan como personas estúpidas. No es aceptable que una cadena televisiva gane dinero burlándose y maltratando a quienes provienen de los Andes”, agregó.
Perú es un país multiracial con 30 millones de habitantes, entre los cuales más de 50% son mestizos además de una minoría importante de afroperuanos, que no es tenida en cuenta en las pautas publicitarias o en las páginas mundanas de los diarios.
La Comisión Nacional contra la discriminación, dependencia del Ministerio de Cultura, hizo un llamado a los medios de comunicación para que “promuevan el reconocimiento positivo de la diversidad cultural” de Perú y que “eliminen de sus programas los contenidos sobre prácticas discriminatorias en base a estereotipos y prejuicios”.
“¡Regresa a sembrar papas!”
A pesar de las exhortaciones, el racismo se mantiene y se exacerba a tal extremo en las redes sociales que en octubre pasado el Congreso aprobó una ley para sancionar la discriminación en Internet, con penas que van hasta tres años prisión.
En marzo último la súbita muerte a los 33 años de una cantante de música tradicional andina, Edita Guerrero, estrella del grupo “Corazón Serrano”, despertó una racha de insultos en Twitter.
“Lo peor en este país son las ‘cholas’ y los campesinos miserables que escuchan a Edita Guerrero”, comentaba alguien en esa red social.
“¡Falleció Edita Guerrero, de Corazón Serrano. Ahora mi empleada me va a pedir descanso!”, decía otro de los mensajes en Twitter el día del sepelio de la cantante.
La congresista Hilaria Supa, que es quechua autodidacta y viste ropa tradicional de su propia región andina, recibe insultos con frecuencia en las redes: “acomplejada”, “analfabeta¨, “chola de m … “, “regresa a sembrar papas a tu pueblo”.
Las campañas contra el racismo en la sociedad peruana tienen un impacto limitado, incluso si un club de fútbol es sancionado con una multa de 12.000 dólares por la Confederación Sudamericana de Fútbol, como ocurrió en febrero cuando los hinchas del club Real Garcilaso insultaron a un jugador negro del club brasileño Cruzeiro durante un partido jugado en la ciudad andina de Huancayo.
El incidente provocó un acalorado debate y reacciones incluso de la presidenta Dilma Rousseff, quien calificó el hecho de “lamentable episodio racista” en su cuenta Twitter.
“Los ataques racistas no surgen solamente en el Internet, el racismo existe en todos los niveles de la sociedad peruana y es evidente en la forma en que las personas son tratadas públicamente” señala por su parte el sociólogo Santiago Alfaro Rotondo.
“Los medios de comunicación contribuyen a fijar los estereotipos racistas”, dijo a la AFP.
Según Wilfredo Ardito, abogado y profesor de derecho en la Universidad Católica donde dicta cursos sobre “la discriminación en la política social”, Perú “sigue siendo un país terriblemente racista, notablemente porque existe una rabia contenida, la frustración de una sociedad creada en base a la exclusión”.
El presidente Ollanta Humala, un mestizo que también fue víctima de insultos racistas durante su campaña electoral de 2011, “debería iniciar una campaña masiva contra el racismo”, acota Ardito a la AFP, lamentando “la parálisis de las instituciones contra esa lacra”.