Santiago de Chile. Las autoridades de Salud de la región de Antofagasta, en el norte de Chile, se mantienen en alerta por un brote de hepatitis A que suma 201 casos en lo que va del año, dos más que los registrados durante todo el 2017, según dijeron hoy fuentes oficiales.
“Lamentablemente, estamos teniendo sobre cinco casos cada dos semanas, lo que significa que estamos frente a una epidemia”, dijo a radio Cooperativa Rossana Díaz, secretaria regional ministerial de Salud.
Matizó, en todo caso, que se trata de una situación “que es controlable con la ayuda de la comunidad”, que a su juicio tiene un papel “fundamental” en la prevención de esta patología, que puede “ser fulminante, implicar riesgo vital y requerir trasplante de órganos”.
Díaz remarcó que la hepatitis A puede ser prevenida con medidas simples, como el lavado constante de manos y la óptima manipulación y preparación de alimentos.
A las autoridades les corresponde, en tanto, combatir la venta callejera de alimentos y fiscalizar negocios, “pero no sacamos nada si las personas siguen consumiendo alimentos en la calle o en lugares que no cuentan con autorización sanitaria para eso”, subrayó.
La profusión de casos, según la funcionaria, responde al aumento del consumo de alimentos en lugares no autorizados, y a la falta de personal vacunado o de estrictas normas de higiene en establecimientos que sí cuentan con permiso.
Para enfrentar el problema las autoridades constituyeron en la región un Comité de Respuestas a Brotes y modificó la intervención frente a los casos con el bloqueo de contactos, tanto de los casos confirmados como los sospechosos, con el objeto de dar con el origen de la transmisión.
Los casos registrados en Antofagasta están en rango de edades de 2 a 60 años, con un promedio de 23 años, de los que un 62 % corresponde a hombres y un 38 % a mujeres, y aunque la presencia de inmigrantes es numerosa en la región, el 98 % de los casos corresponde a chilenos, informaron las autoridades regionales.
La hepatitis A, según el Instituto de Salud Pública, se puede prevenir con una vacuna y su detección requiere de un diagnóstico médico, además de análisis de laboratorio o estudios de diagnóstico por imágenes.
Se transmite a través del agua, alimentos contaminados o por el contacto con alguna persona infectada.
Los síntomas incluyen fatiga, náuseas, dolor abdominal, pérdida del apetito y fiebre moderada, casi siempre vespertina y suele desaparecer sin necesidad de tratamiento al cabo de uno o dos meses, siendo el reposo y la hidratación adecuada una buena ayuda.
Se le considera una enfermedad de distribución mundial que se presenta de forma esporádica o epidémica con ciclo estacional, que en Chile es una endemia intermedia, con brotes epidémicos cada 4 ó 5 años, y no existen portadores crónicos.
El virus puede permanecer estable en el ambiente durante meses y perece al cocer los alimentos a una temperatura mayor de 85 grados celsius al menos por cuatro minutos o al desinfectar las superficies contaminadas con una solución de hipoclorito de sodio y agua, a razón de una cucharada de sodio por litro.
Con información de EFE