Jorge Sánchez Herrera Nómena Arquitectura Arquitecto/urbanista jorge@nomena-arquitectos.com
El alcalde que quiero tiene experiencia municipal, conoce bien los problemas reales de la ciudad. Sabe de sus funciones y no hace promesas que no cumplirá. El alcalde que quiero ha visitado muchísimas otras ciudades. Le interesa entender sus problemas y, sobre todo, estudiar las soluciones. Sabe que existen otros que ya enfrentaron las mismas dificultades y siempre busca aprender de los mejores.
El alcalde que quiero no es populista. Reconoce que la ciudad es caótica, fragmentada, injusta y desigual. Por eso entiende que necesita cambios urgentes, poner de cabeza el statu quo, o nos va a seguir yendo muy mal. Sabe que, al elegir ese camino, muchos se lo van a querer tumbar. Pero él no estará ahí para ser popular, él estará ahí para gobernar. No se pueden hacer tortillas sin romper los huevos, señor alcalde. Así los huevos le pertenezcan a gente poderosa, corrupta o simplemente petulante.
Para el alcalde que quiero la ciudad es un organismo vivo y complejo. Él sabe que sus problemas no se solucionan de forma lineal, sino multisectorial. Entiende, por ejemplo, que la inseguridad no se resuelve solo con más cámaras y policías, menos poniendo soldados en la calle. Sabe que la inseguridad también se combate mejorando los espacios públicos, el transporte y la movilidad en general. También ayuda, es obvio, tomarse en serio la cultura y la educación. Por eso es consciente de su limitada competencia, pero está listo para congregar y negociar con quienes cumplan otra función.
El alcalde que quiero no necesita ganar un voto avivando mis miedos. No basa su campaña en recordarme lo que está mal, que para eso ya están las noticias y la prensa en general. El alcalde que quiero tiene que proponerme una visión. Algo que, quizás, yo aún no sea capaz de entender, o siquiera imaginar.
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