Renato Cisneros: “Espero haber contado la historia de la familia latinoamericana”

Tras el enorme éxito de La distancia que nos separa, este escritor peruano regresa a Lima para presentar Dejarás la tierra (Editorial Planeta), novela que completa su saga familiar con historias que parten en el siglo XIX.

Por: LUIS CARLOS ARIAS SCHREIBER

Dejarás la tierra se presenta como una precuela de La distancia que nos separa. ¿En qué momento concebiste escribir esta segunda novela sobre tu saga familiar?

Originalmente tenía un solo manuscrito después de ocho años de investigación y dos años de escritura. Así me presenté ante el editor, Jerónimo Pimentel, con mi saga familiar completa, pero él vio dos libros donde yo solo veía uno. Entendió que la historia de mi padre, más contemporánea, tenía una estructura propia muy definida, mientras la otra historia tenía otro tono, más épico, decimonónico. Yo ya me había convencido de que el libro era unitario, con cuatro historias de amor convulsas con fondos históricos muy definidos (la independencia, la guerra con Chile, el Oncenio de Leguía y la última etapa de los años ochenta y noventa). Pero después de un par de semanas, le hice caso al editor y así nació La distancia… solo con la historia de mi padre, y me fui a España con la autoimposición de reescribir las historias anteriores para otra novela.

En Dejarás la tierra, encontraremos entonces un tono distinto al de La distancia que nos separa…

Sí, necesitaba un tono de acuerdo a las anécdotas de estos antepasados. Creo que toda novela tiene en el corazón de su argumento una anécdota que define el tono del gran relato. En este caso, la presencia de un cura en el origen del gran árbol familiar va entre lo traumático y lo paródico, lo melodramático y lo pintoresco.

Y al contar una historia del siglo XIX habrá mucha más ficción.

En esta novela hay también documentos reales, pero otros fraguados, o fragmentos de cartas completadas por mí, sí, mucha más ficción. Imaginar la vida sexual de un cura con una señora de pueblo en Huánuco en 1820 me llevó a leer otros tipos de libros para encontrar cómo se hablaba en esa época -Segura, Pardo y Aliaga, Basadre, Porras Barrenechea-, El abanico y la cigarrera, de Francesca Denegri, que trata sobre el comportamiento costumbrista de las mujeres en el siglo XIX. Mucho de lo que encontraba ahí me ayudaba a condimentar la vida de estos personajes que existieron, pero que a su vez tienen en la novela otra vida que les he inventado.

¿Terminas con un retrato de época del siglo XIX?

Una de las cosas que más me entusiasmaba mientras escribía esta novela era la forma en la que dialogaba esta familia tradicional, conservadora, con figuras públicas, con el acontecer nacional. Es una familia que empieza a formarse en un país que también empieza a formarse, una familia que empieza a descubrir su identidad a partir de los secretos y las ilegitimidades, en un país que también empieza a tratar de convertirse en una nación, una república. Y las tensiones de ese país se ven reflejadas en la de esa y seguramente muchas otras familias. Mi esperanza es que la novela haya contado la historia de la familia latinoamericana, llena de secretos, con antepasados que vivieron momentos definitorios de sus países y que mantenían bajo la alfombra secretos impronunciables.

¿El título Dejarás la tierra alude también a la idea del exilio?

Alberto Fuguet me ayudó con el título. Como sé que es un estupendo escritor y también editor, le mostré los títulos que tenía, porque ninguno me convencía: Antiguo Testamento, Los hombres inventados, La herida original… y él me los iba descartando. Me preguntó si tenía una cita, un epígrafe corto, potente, y efectivamente tenía uno, perteneciente al Génesis, la indicación de Yavé a Abraham: dejarás la tierra de tus padres e irás al lugar que yo te mostraré. Fuguet me dijo, ahí está tu título, y me gustó. Tiene algo de ordenanza bíblica, de mandato familiar, y también resume ese espíritu que ronda a todos los hombres que protagonizan esta historia, que terminan dejando el país en el que nacen para hacerse a sí mismos en otro lado. Yo mismo terminé de escribir la novela en Madrid, que no es mi ciudad original, y no pude dejar de sentirme inscrito en esta coreografía familiar que a través de los siglos se ha ido repitiendo.

¿Tu exilio se debió a que en Lima se te hacía muy difícil escribir?

No, mi exilio fue voluntario. Me fui a España porque mi esposa tenía que hacer una especialización en medicina. Si no hubiese tenido ese pretexto, se me hubiera hecho muy difícil dejar Lima. Siempre había tenido la ilusión de salir, pero me faltaban las agallas para encarar un proyecto así, y ese fue el momento ideal para ir a enfrentarme con mi vocación de escritor, de dedicarme casi a tiempo completo a la literatura en otro lugar, y vivir una vida que no se parece a la que tenía acá.

¿Huiste de alguna forma del enorme éxito que significó La distancia que nos separa?

No, es difícil decirlo, no sé si llamarlo suerte, pero en verdad nunca me creí ese éxito, que por cierto es una palabra de la que siempre aconsejo sospechar. Yo escribí La distancia… creyendo que era un libro que no le iba a importar a nadie. Lo escribí sobre todo para mí, para sacarme de encima esa historia, el tema de mi padre. Por eso recibo hasta ahora conmocionado sus nuevas ediciones y traducciones, con satisfacción y humildad. Con Dejarás… doy otro paso. Sabía que tenía que cerrar esta saga familiar con esta suerte de precuela, pero es un libro distinto, que se puede leer sin La distancia…. Me parece que está mejor escrito. Si en La distancia… mi esperanza era que los lectores empezaran a preguntarse sobre sus padres, con Dejarás… mi expectativa es que los lectores se pregunten sobre su origen, las cosas que han heredado, el lugar al que pertenecen.

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