Fuente: Mongabay Latam / Autor: Daniela Mejía
Un biólogo, un guía naturalista, un cerro, un sacerdote salesiano. Cuatro protagonistas solo relacionados porque comparten un mismo escenario: el Parque Nacional Sangay (PNS). Son protagonistas porque en honor a ellos se ha nombrado a las últimas cuatro especies descubiertas en la que es la tercera área protegida más extensa de Ecuador y la más grande de la sierra ecuatoriana.
El 31 de marzo estos nuevos hallazgos fueron avalados por la comunidad científica tras la publicación en la revista Neotropical Biodiversity del artículo Ranas terrestres Pristimantis (Anura: Craugastoridae) de los bosques montanos del río Upano, Ecuador: Lista anotada, patrones de diversidad y descripción de cuatro especies nuevas de autoría de los biólogos ecuatorianos Jorge Brito, Diego Batallas y Mario Yánez-Muñoz.
Las nuevas especies han sido llamadas Pristimantis albujai, Pristimantis churuwiai, Pristimantis sambalan y Pristimantis saturninoi. Sus nombres comunes son Cutín de Albuja, Cutín de Churuwia, Cutín de Sambalán y Cutín del Padre Saturnino, respectivamente.
La Pristimantis albujai fue nombrada así en honor al doctor Luis Albuja, un importante mastozoólogo del Ecuador. Brito cuenta que decidieron dedicarle esta especie a Albuja porque fue el primer biólogo que ingresó al Parque Nacional Sangay a hacer un inventario en sus diferentes zonas, porque su trabajo ayudó a desarrollar el plan de manejo ambiental del parque y porque fue el primero que ingresó a Sardinayacu. ‘De allí es donde vienen estas especies’, señala.
Sardinayacu —describe— es un complejo con cinco lagunas enclavadas en un bosque primario y está en las faldas del Sangay, uno de los tres volcanes —y uno de los dos que se encuentran activos— en este parque nacional que alberga y protege páramos, bosques altoandinos y bosques subtropicales.
Las características taxonómicas de la Pristimantis albujai incluyen que es una rana de 18,1 milímetros (mm), vientre negro, coloración inguinal roja y pliegues dorsolaterales color cobrizo. Vive en vegetación herbácea y se concluyó que es nueva y única del PNS dado que solo podría ser confundida con la Pristimantis verecundus, pero esta habita en la ladera Occidental de la Cordillera de los Andes, mientras que la Pristimantis albujai lo hace en el flanco Oriental, refiere Brito.
Pristimantis albujai. Foto cortesía de Jorge Brito
Además del hábitat, el artículo científico detalla que hay diferencias morfológicas: mientras la Pristimantis albujai presenta dedos con rebordes cutáneos bien de?nidos, la Pristimantis verecundus presenta dedos de las manos con quillas. O, mientras que la Pristimantis albujai no tiene barras transversales en los flancos, la Pristimantis verecundus sí las tiene.
La Pristimantis albujai y la Pristimantis churuwiai aparecieron en las zonas más bajas del parque situadas entre los 1400 y 1800 metros sobre el nivel del mar. La Pristimantis churuwiai honra al guía naturalista shuar Marcelo Sharup, conocido también como Churuwia, en reconocimiento a un esfuerzo de más de 40 años dirigido a la conservación de los bosques del área de amortiguamiento del PNS.
La Pristimantis churuwiai mide entre 27,1 y 32,4 mm, también vive en vegetación herbácea, pero hasta a tres metros de altura, y se distingue principalmente de otras Pristimantis de las estribaciones orientales de los Andes y de Amazonía baja de Ecuador porque su tímpano es visible. Podría confundirse con la Pristimantis quaquaversus, que también vive en la vertiente oriental del parque, pero esta tiene el tímpano oculto por la piel.
Pristimantis churuwiai. Foto cortesía de Jorge Brito.
‘Básicamente esta característica nos ayuda a separarlas completamente’, comenta Brito. Asimismo, la Pristimantis churuwiai se caracteriza por lucir unas manchas color crema (amarillentas) en las ingles, es de un tamaño mucho más grande y en la parte posterior del ojo posee una esclera azulada que ‘la diferencia con facilidad de la especie con la que podría ser confundida’.
Zona alta
Los otros dos nuevos anfibios descubiertos son originarios de los bosques montanos de la zona alta del PNS, a una altura de entre 2800 y 3200 metros sobre el nivel del mar. Los ejemplares de estas ranas fueron encontrados en el cerro Sambalán, que le da el nombre a una de ellas. ‘Nos pareció interesante nombrar a una especie en honor a ese cerro para que la gente local se sienta también identificada con sus ecosistemas’, comenta Brito a Mongabay Latam.
Él indica que las ingles de la Pristimantis sambalan son naranjas rojizas, algo bastante inusual en los anfibios del PNS y un detalle por el que descartaron que se trate de otro Pristimantis, un género que solamente habita el Neotrópico y que gracias a estos nuevos hallazgos ahora cuenta con 198 especies en Ecuador. De estas, 110 son endémicas del país y el resto también se distribuyen en Colombia y Perú.
La rana Pristimantis sambalan, con medidas que van desde los 15,6 a los 21,9 milímetros, es de cuerpo robusto, redondeado y extremidades pequeñas. Habita en vegetación herbácea aledaña a los arroyos. De lo que todavía no están seguros, cuenta Brito, es si los machos emiten o no vocalizaciones, cuya función es atraer a las hembras o defender su territorio de otros machos.
Pristimantis sambalan. Foto cortesía de Jorge Brito.
La cuarta especie nueva —y segunda hallada en el cerro Sambalán— es la Pristimantis saturninoi, nombre puesto en honor a Saturnino López, un sacerdote salesiano que por más de dos décadas ha gestionado y trabajado en proyectos de desarrollo social y productivo en Morona Santiago, principalmente en las comunidades de la parroquia Zuñac, detalla el documento.
Pristimantis saturninoi. Foto cortesía de Jorge Brito.
La coloración de esta especie de entre 14,6 y 21,5 mm de tamaño varía entre los individuos machos y las hembras. Las hembras suelen ser más oscuras, de un tono más negruzco, mientras que los machos de uno marrón claro. El artículo señala que podrían ser confundidas con otras siete especies de Pristimantis de las estribaciones occidentales de los Andes de Ecuador (P. ?oridus, P. hectus, P. leoni, P. lucidosignatus, P. munozi y P. pyrromerus), pero como las Pristimantis sambalan tienen puntos blancos en las super?cies ocultas de los muslos, ‘es fácil de reconocerlos en el ecosistema’, señala Brito.
Las ranas de esta especie viven en vegetación herbácea, pero generalmente están en el suelo, a veces bajo rocas o troncos. Los machos sí emiten llamadas (vocalizaciones), es decir, ellos si cantan, agrega este investigador.
Abanico de especies desconocidas
Estas cuatro nuevas especies de anfibios se suman a un hallazgo anterior, uno que ya engrosaba el catálogo de la fauna que sigue apareciendo dentro de las 502 067 hectáreas del PNS desplegadas entre las provincias de Tungurahua, Chimborazo, Cañar y Morona Santiago: el mamífero Rhipidomys albujai, una rata arborícola que fue identificada en la vertiente suroriental del parque, al este del país, y que también recibió su nombre en honor al doctor Albuja.
— El artículo científico que respalda este descubrimiento también se publicó en la revista Neotropical Biodiversity el pasado 5 de marzo.
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En el marco de una investigación volcada a estudiar la diversidad de pequeños vertebrados del Parque Nacional Sangay auspiciada por la Escuela Politécnica Nacional y el Instituto de Biodiversidad, en 2016 Brito y su equipo registraron e identificaron 86 especies de mamíferos no voladores en esta área nacional protegida que sumadas a las que previa e históricamente ya habían sido inventariadas, los orillaron a concluir que había 103 mamíferos no voladores en el parque. Con la descripción del roedor Rhipidomys albujai, esa cifra pasó a 104.
Aquel fue el segundo mamífero que descubrieron y que es endémico del Ecuador, ya que se conoce únicamente en Sardinayacu, una localidad en el flanco oriental de los Andes y del PNS (Morona Santiago). El primero, descrito en 2013, fue el Caenolestes sangay. ‘El asunto es que no es un ratón, ni un marsupial, es un mamífero bastante extraño. Pertenece al orden paucituberculata, que son unos mamíferos que están bastante más emparentados con los marsupiales australianos que con los de acá mismo’, explicó Brito a Mongabay Latam.
El Caenolestes sangay ahora consta en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Está bajo la categoría Vulnerable.
En total, ya son 10 los vertebrados descritos en el PNS en los últimos cinco años por Brito y su equipo. De estos, ocho son anfibios: la rana Noblella personina (2013), la Pristimantis roni (2014), la Pristimantis latericius (2014), la Pristimantis tinguichaca (2016) y las cuatro nuevas ranas (2017); y dos son mamíferos: el Caenolestes sangay (2013) y el Rhipidomys albujai (2017).
‘Con estos descubrimientos nosotros seguimos fortaleciendo y posicionando al Parque Nacional Sangay como un auténtico Patrimonio Natural de la Humanidad. Sabemos que es el único que tenemos en Ecuador (continental), que ha estado por mucho tiempo abandonado, casi nada se ha hecho de investigación anteriormente y se está corroborando que la Unesco no se equivocó en nombrarlo Patrimonio Natural de la Humanidad en 1983, pese a que en aquellos entonces había poca información de las especies’, advierte Brito.
El Ministerio del Ambiente también da cuenta de que se trata de uno de los parques más biodiversos del país y del que, aunque se han hecho investigaciones, todavía no se conoce toda su flora y fauna. En el sitio web del Sistema Nacional de Áreas Protegidas se añade que ‘las condiciones geográficas generadas por la presencia de los tres volcanes en medio de la selva crean varios pisos en las estribaciones, lo que favorece la diversidad de especies animales’.
Importancia ecológica
Jorge Brito indica que dentro de la cadena trófica, los roedores como el Rhipidomys albujai son las principales fuentes de proteína de los carnívoros más grandes, por ejemplo, búhos, lechuzas, tigrillos y algunos canidos. Además, son dispersores de semillas. ‘No sabemos con exactitud, pero en futuros trabajos entenderemos y determinaremos cuáles son las especies de plantas que están siendo transportadas por este animal cuando come sus semillas’, comenta.
En cuanto a las ranas, cuenta que estas se alimentan de insectos como los moscos y zancudos, lo que de cierta forma ayuda a mantenerlos a raya para que no haya sobrepoblaciones ‘que podrían incluso afectar a las comunidades humanas aledañas’.
La principal amenaza
El aumento de la temperatura a nivel global se constituye para Brito en una amenaza para esta nueva fauna y para la biodiversidad del Parque Nacional Sangay. ‘Sabemos perfectamente que la temperatura de nuestro planeta sigue subiendo cada vez más, y eso va a afectar sin duda a las poblaciones de anfibios y pequeños vertebrados aún más porque son mucho más sensibles que otros vertebrados más grandes’, afirma el investigador.
¿Por qué? ‘Los anfibios respiran por la piel, gran parte de su intercambio gaseoso lo hacen por la piel también, entonces al momento en el que la temperatura empieza a subir, van a empezar a sufrir sequedad. Esto va a empezar de a poco a producir disminuciones en las poblaciones’, advierte.
En anteriores estudios se ha indicado que si bien la gran mayoría de las especies de ranas del planeta ponen sus huevos en charcas, pozas, ríos o donde quiera que haya agua, muchas ranas tropicales lo hacen fuera del medio acuático. Las Pristimantis integran este grupo principalmente porque tienen un ‘sofisticado sistema de reproducción’ en el que no existe la fase larvaria. ‘Los Pristimantis no necesitan de cuerpos de agua para reproducirse, para ellos es suficiente que exista solamente humedad, entonces este sistema hace que se evite a los depredadores y al no necesitar fuentes de agua ellos pueden reproducirse en cualquier sitio. Esta es una de las características por la que los Pristimantis son tan diversos en América tropical’, sostiene Brito.
Pero aunque esta estrategia protege a sus huevos de potenciales depredadores, conlleva la posibilidad de deshidratación si las lluvias disminuyen (y por ende la humedad que necesitan para reproducirse). Así lo concluyó un estudio publicado en 2012 en la revista American Naturalist y el cual analizó cómo el cambio climático podría estar modificando la evolución de los anfibios.
Con relación a los roedores, el cambio climático representa un impacto negativo porque generaría una afectación en los bosques. ‘Siempre estas variaciones estacionales lo que hacen es que también haya una irregularidad en la producción de semillas, de flores o de frutos en los árboles, y estas especies, si tienen la capacidad de poder migrar a otros sitios, quizás puedan seguirse manteniendo, pero hay ciertos vertebrados que son muy pequeños, que no pueden migrar, su espacio de vida es en donde se desarrollan y si es que en ese espacio de vida empieza a disminuir el alimento, entonces las poblaciones van a verse amenazadas y con riesgos de disminución’, señala.
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