“Fugitivo omnipresente”, por Verónica Klingenberger

“Según las pistas, en estos precisos momentos es muy probable que Alejandro Toledo esté viajando…”

POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger

Según las pistas, en estos precisos momentos es muy probable que Alejandro Toledo esté viajando en simultáneo a Tel Aviv, Sydney y algún punto de Europa del Norte mientras que a su vez esté disfrutando una estupenda botella de vino californiano en un concurrido restaurante cercano a Stanford. La captura del año se vive con fervor en las redes sociales y todo apunta a que la detención se haga en el mismo Twitter y con un gif del expresidente atravesando el cuadro de lado a lado con la gracia de un loro.

¿Hay alguien buscándolo de verdad? Imaginemos que la tarea estuviera en nuestras manos y que por fin somos los protagonistas de todas esas series que nos envician. Imaginemos que somos uno de los de detectives de Twin Peaks o The Fall o que somos Carrie Mathison sin pepas y luego de contemplar durante horas una pizarra pintarrajeada y un diagrama con muchas fotos y flechitas gritamos: ¡Lo tengo! ¿Dónde podría estar Toledo? Una rápida encuesta realizada el 11 de febrero en Twitter nos echa algunas luces. De 188 votos, los resultados fueron los siguientes:

El Melody: 64% Jardines de Harvard: 20% Iglesia de Cabana: 9% Hotel Punta Sal: 7%

Todo escondite es posible y en esta unidad detectivesca estamos abiertos a cualquier sugerencia. Pero si seguimos el instinto tuitero, una rápida pesquisa en el Hostal Melody podría darnos alguna sorpresa. El comando a cargo debería revisar cada rincón del célebre hospedaje ubicado en Surquillo, en la cuadra 16 de la Avenida Angamos: habría que asomarse debajo de cada cama, inspeccionar todos los frigobares, aguaitar detrás de las cortinas y, aunque parezca exagerado, incluso recomendaríamos zambullirse en cada jacuzzi que se encuentre al paso. Sabemos que Toledo es capaz de cualquier cosa. Incluso podría estar disfrazado de algún empleado y declarar algo como ‘nonco ho vosto o Olojondro Tolodo’. Pero con más de 1.500 hostales de media estrella en Lima, la tarea podría complicarse un poco si el prófugo se nos pone creativo.

Los otros escondites resultan menos probables, pero nada se perdería con patrullar los tres destinos. Inspeccionar el Hotel Punta Sal y sus alrededores no debe tomar más de dos horas. Y si concentramos todos los esfuerzos en el lugar favorito del expresidente (el bar), en 20 minutos descartaríamos esa posibilidad. La Iglesia de Cabana tampoco debería tomar mucho más tiempo ni esfuerzo. Y los jardines de Harvard podrían rastrearse en una mañana con un par de drones.

Detener a Alejandro Toledo no debería ser una tarea tan complicada. A fin de cuentas, el hombre es como esa versión ultra vulnerable y patética de nuestro lado más vicioso y feo. Borracho, tardón, conchudo, pendejo y sobre todo torpe, siempre torpe. Además, con esa nariz la va a tener complicada. Así que a todas las unidades encargadas de su captura, por favor, un poco de ganas e imaginación. Piensen como pensaría él. Empiecen con un whisky.

Y si no, por favor, dejen de una vez el show.

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