Dos mujeres en silla de ruedas y un niño autista bajan por primera vez en sus vidas sin miedo al metro de Buenos Aires con entrenados perros de asistencia a los que aman y miman, una experiencia conmovedora para asombrados pasajeros.
Magdalena Espuey (40 años) sale del ascensor y atraviesa el andén para entrar al vagón. Ya no teme, sonríe y se aferra a la correa de ‘Molécula’, su perra labrador de servicio color chocolate. “¡Molly, vamos!”, la llama por su apodo familiar. Y Molly obedece, marcha firme pegada a las ruedas de la silla.
La prueba fue superada. En una noche húmeda y lluviosa de la capital argentina, Espuey premia a Molly con un terrón de alimento para perros que lleva en un morral en su falda. “¡Son muy vivos! Saben que el momento es difícil y piden más comida!”, le dice a la AFP Victoria Cisneros (34), jefa de instructores de animales.
Magdalena se acomoda en un espacio sin asientos. Se volvió hábil en manejar ruedas, luego de quedar discapacitada hace 30 años por un accidente de auto. Está feliz. Es una mujer rubia, de cuerpo pequeño. Se ha maquillado. “¿Luzco bien?”, pregunta con coquetería. “Siií”, responden a coro incluso pasajeros, jóvenes que miran la escena filmada, convertidos en espontáneos actores de película.
“Molly es mi otro yo”, dice emocionada. “Ella llega donde no llegan mis brazos. Con los dientes abre puertas y cajones, me alcanza lo que se me cae. Es una compañera de vida”, cuenta la mujer que vive con su pareja Javier y un perro suyo, Felipe. “¿Si se pelean los perros? Nooo, son muy juguetones”, asegura.
La jefa Victoria cuenta que los perros son cedidos gratuitamente a usuarios por la Fundación Bocalán Argentina. Es una entidad sin fines de lucro nacida en España. Funciona en cuatro continentes. “Los entrenamos dos años desde recién nacidos”, revela Victoria. La jefa no gana un peso por su trabajo, es voluntaria. “Algún día… quizás”, sueña.