María Angélica tiene 72 años y vive en La Habana. Suelta frases en ruso y en inglés, idioma que enseñó como maestra. Forma parte de esa generación de ancianos que quedaron solos en la isla cuando sus hijos migraron al extranjero.
“En estos momentos estoy sola, mi hijo vive en Haití y el otro nieto mío, hijo de él del otro matrimonio vive en los Estados Unidos y estoy sola aquí, pero pienso irme para allá, yo pienso irme a vivir para Haití’, cuenta Maria Angélica Vidal.
María Angélica ha visitado tres veces a su hijo y recibe llamadas y dinero con frecuencia.
Pero su caso no es el más común.
Otros fueron abandonados a la protección del Estado o de la Iglesia católica, como aquí en la Casa de Abuelos de La Milagrosa, gestionada por los Paules.
‘Dinero! Dinero jamás me manda, mire lo que no nace no crece’, dice Raimundo Alemán.
Cuba es el segundo país con la población más envejecida en Latinoamérica, y la tendencia continúa en ese sentido…
Los ancianos se sienten seguros al disponer de atención médica gratuita y medicinas baratas, pero las infraestructuras y los servicios son insuficientes.
‘Se está trabajando desde hace algún tiempo en crear variantes para asumir el problema de cuidado, no solamente desde el punto de vista estatal, sino incorporar, crear cooperativas, incorporar algún tipo de emprendimiento privado’, señala la demógrafa Alina Alfonso.
El año pasado unos 43.000 cubanos entraron a Estados Unidos, cifra no vista en décadas.
La soledad de quienes quedan atrás es uno de los daños colaterales.