El reto de Miraflores: convertirse en un distrito modelo (OPINIÓN)

Aunque elogia al distrito, nuestra columnista Verónica Klingenberger afirma que ” Miraflores debería ser mucho más de lo que es” y plantea algunas ideas para mejorar

VERÓNICA KLINGENBERGER

Para muchos limeños, Miraflores es el distrito más emblemático de Lima. Una razón contundente son sus más de cinco kilómetros de parques y jardines con vista al mar, sus calles arboladas, sus bermas y los parques interiores en los que cada vez es más común encontrar a los vecinos tomando un respiro del concreto inacabable de una Lima que no para de crecer.

Miraflores es también uno de los distritos más democráticos y culturales, y el punto de encuentro de importantes hoteles, bares y restaurantes que la convierten en destino final para el ocio de todos los limeños. Quizás por eso hay cada vez más miraflorinos.

Donde antes había una sola casa en la cual vivía una sola familia, hoy se empinan edificios de 7 o más pisos, con un promedio de 14 o 20 departamentos (o más: ver los multiviviendas que están en el cruce de 28 de Julio con Reducto). Hasta ahora, se respira una buena convivencia: hay respeto (excepto uno que otro sereno homofóbico y uno que otro vecino clasista).

La convivencia entre peatones, bicis y autos se perfecciona cada día. Pero Miraflores debería ser mucho más de lo que es y convertirse en un distrito modelo para Lima. El reto es grande, pero factible, y debería ser el principal objetivo del alcalde Jorge Muñoz. Aquí algunas ideas:

1) Revisar las normativas de construcción que son un desastre arquitectónico y un peligro urbanístico. Se debería crear un modelo que asegure que toda manzana tenga en el centro un corazón verde al que todos los vecinos puedan mirar, un escape hacia adentro que garantice luz y cierto silencio. Al menos, dejemos espacio para un árbol grande al que todos podemos mirar.

2) Haciendo honor a su nombre, el distrito debería enumerar y proteger todos sus árboles. Berlín lo hizo después de que todos los bosques que rodeaban el Berlín Occidental fueran podados durante la Guerra Fría. Allá cada árbol además de un número tiene una historia. La ciudad los protege como si fueran un ciudadano más. En Miraflores, aún se podan pinos de 100 años porque la ley no los protege cuando el terreno es privado y un edificio debe construirse.

3) Más bicicletas, menos autos. ¿Por qué las calles se han convertido en un estacionamiento público? Escuelas como Le Cordon Bleu, por ejemplo, han convertido vecindarios tranquilos en playas gratuitas (además de transformar la vereda en el centro de reunión de jóvenes chefs que fuman como vampiros poniendo en alto riesgo el paladar del cocinero peruano del futuro). ¿No deberían esas mismas escuelas incentivar a sus estudiantes a utilizar otros medios de transporte? Lo mismo pasa con las empresas. ¿Por qué no se premia al trabajador que vaya en bici o a aquellos que se junten para hacer carpooling en lugar de seguir atestando la ciudad de cientos de miles de millones y de autos que solo transportan a una persona? ¿Cuántos autos podrán circular en Lima?

4) Una cultura del silencio. Multas a las alarmas y a las bocinas. Cada tres minutos suena una alarma. Cada 1, una bocina. ¿Por qué no prohibir los ruidos molestos y multar a los responsables? El ruido es una ofensa grave y sus consecuencias en la salud han sido comprobadas. Una alarma, que no para de sonar durante toda una hora el domingo porque el dueño del auto se fue a misa y nunca se enteró de si le robaron, es un crimen. Desactiven sus alarmas, no sirven de nada. Lo único que logran es encrispar los nervios de sus vecinos, personas a las que debemos empezar a mirar con respeto y reconocimiento. Quizás ahí esté la clave de todo

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