Cada octubre, practicantes espiritistas se reúnen en la montaña sagrada de Sorte, en el Oeste venezolano.
Participan de una ceremonia para invitar a espíritus a que ingresen a sus cuerpos.
Pidiéndoles curas a sus dolencias físicas, ayuda ante las penurias cotidianas.
Entre sorbos de licor y bocanadas de tabaco, los creyentes del culto de posesión entran en trance del que vuelven casi una hora después.
“El cuerpo le queda a uno como desvanecido, cansancio, sueño, es algo, uno queda ronco, porque sacas tu espíritu para meter una entidad que nadie la conoce pues, ni yo mismo”, señala Yeferson De Freitas, creyente espiritista.
Pero no es el único ritual.
Quienes acuden por una velación para aliviar sus padecimientos de salud, son recostados sobre un rectángulo de cal, rodeados de velas, frutas, botellas de ron y flores.
Todos honran a María Lionza, la diosa reina con una historia ambigua que representa a la vez a indígenas, negros y descendientes de europeos.
Muchos practicantes combinan esta creencia con el catolicismo.
“Hay personas que se han muerto así transportados, por Dios, toda la vida he tenido temor, pero también le tengo mucha fe a mi Dios, le pido mucho a mi Dios que me los cuide y me resguarde a todos mis hijos’, señala Yadira Oviedo, madre de creyente espiritista.
Los venezolanos sufren a diario la violencia desatada en el país, una aguda escasez de alimentos básicos y una elevada inflación.
Por eso, los espiritistas recurren a su fe para manifestar su agobio y pedir estabilidad, evolución, prosperidad y que se les abran los caminos.