(Opinión) Viaje al inicio

“‘45% del planeta sigue siendo como era al inicio’, nos dice Salgado”.

VERÓNICA KLINGENBERGER

Para llegar a ser uno de los mejores fotógrafos del mundo, Sebastião Salgado tuvo que recorrer más de 100 países y ver las cosas muy de cerca. Su trabajo es el registro más plástico de muchas de las peores atrocidades que le han pasado a este mundo. Ningún otro capturó como él la hambruna del Sahel, el genocidio de Ruanda o la guerra de la antigua Yugoslavia. Sus fotos, de blancos plateados y negros carbón, son composiciones magistrales que remiten a las mejores pinturas, a pasajes épicos de algún libro sagrado. También son el último registro de muchas vidas que se apagaron en el camino. El mundo al que muchos nunca quisiéramos ver es el mundo que él persiguió durante años.

Salgado ha probado ser un documentalista con mucho arte. Su mirada y su paciencia le han servido para contar historias de manera única. Su ensayo de la mina de oro de Serra Pelada, en Brasil, uno de sus trabajos más conocidos, resume en buena cuenta su trayectoria. Cuando el fotógrafo llegó hasta ahí, y vio por primera vez ese voraz agujero con más de 50 mil personas afiebradas escalando y descendiendo sus paredes, tuvo la sensación de haber hecho un viaje al pasado: ‘Se me erizó cada pelo del cuerpo. Las Pirámides, la historia de la humanidad al descubierto. Había viajado hasta los inicios del tiempo’. La cita pertenece a La sal dela tierra, documental dirigido por Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, su hijo, que se estrenó el año pasado, y que luego de cosechar varios premios y nominaciones, llega a Netflix.

Después de ver el mal tan de cerca, y ya en sus 60 (hoy tiene 71 años), Salgado también quiso voltear la vista hacia otro lado. A fines de los noventa, su padre le dio el rancho en el que vivió y creció de niño. Él recordaba el lugar como un paraíso cubierto de selvas forestales donde convivían, además de él y sus hermanas, jaguares, aves y cocodrilos. Décadas de deforestación convirtieron la región, incluido el rancho, en un enorme terreno baldío, un infierno de polvo y piedras. Por ese entonces, Salgado terminó también Éxodo, un trabajo que le tomó seis años y en el que relata la huida multitudinaria de miles de personas que debieron dejar sus casas debido a la guerra y la hambruna. La experiencia lo dejó extenuado y profundamente deprimido. El fotógrafo había perdido cualquier esperanza en la especie.

Fue entonces que Lélia, su esposa, tuvo una idea loca y reparadora: reforestar el paraíso perdido de los Salgado. Sembraron semilla tras semilla hasta que la vida encontró su camino luego de muchas otras muertes (el 60% de esas primeras semillas no logró sobrevivir). 15 años más tarde, el rancho está envuelto por una selva atlántica con más de dos millones de nuevos árboles. El proyecto tiene un nombre y una web que ofrece información y acepta donaciones. Se llama Instituto Terra.

De esa misma tierra nació Génesis, su último proyecto, en el que fotografía pedazos del mundo que aún se conservan en su estado más puro (busca el libro, Génesis, Taschen, 520 páginas). Paisajes, animales, humanos que han escapado de la modernidad. 32 viajes. Las junglas de Indonesia, el desierto del Kalahari, las Galápagos, la Antártida, Siberia o Madagascar. Salgado, por fin, mira el mundo al que siempre quisiéramos ver y a través de su lente nos muestra su mejor versión. El ejercicio puede haberle dado una visión más completa, menos fatalista quizás. ‘45% del planeta sigue siendo como era al inicio’, le dijo a Time. Hasta la estadística ayuda. Al final es como siempre. Reconciliarse con el mundo le tomó algún tiempo; pero, al final, fotógrafo y fotografiado volvieron a encontrarse y esta vez mostraron su mejor cara.

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