(Opinión) Dulce enemigo

“‘Al quitarles la grasa, los alimentos saben horrible. ¿Qué hicieron las corporaciones para revertir eso? Pues sumarles azúcar. Grandes cantidades de azúcar”.

VERÓNICA KLINGENBERGER

Estados Unidos tiene serias razones para preocuparse por su dieta diaria. Entre los años 80 y 2000, el índice de obesidad se duplicó. Hace dos años, el 33,3% de hombres estadounidenses fue considerado obeso, mientras que las mujeres llegaron al 5,8%. En 1980 no existía ningún caso de diabetes infantil tipo 2. En el 2010 se registraron 57.636. Hoy, niños de 9 y 10 años mueren por ataques al corazón y derrames cerebrales. Si las cosas siguen así; en 20 años, el 95% de la población estadounidense sufrirá de obesidad. El 40% de personas delgadas también sufre de lo mismo. Aunque no se note, sus órganos están igual de dañados y hasta hay un nuevo término para la paranoia americana más reciente: TOFI (Thin Outside, Fat Inside).

Dirigido por Stephanie Soechtig y producido por Laurie David, el mismo productor de Una verdad incómoda, Fed Up (algo así como ‘repletos hasta el hartazgo’), un estupendo documental que puedes encontrar en Netflix, apunta el índice al gran enemigo y culpable de esta nueva epidemia: las grandes corporaciones alimenticias. Detrás del pobre idiota de Ronald McDonald se esconden unos sujetos a lo Donald Trump, unos ignorantes codiciosos verdaderamente desalmados.

Esta dulce historia empezó en los años 60, con el incremento de enfermedades cardiacas en Europa occidental y Estados Unidos. Como consecuencia, los nutricionistas recomendaron reducir los niveles de grasa de los alimentos procesados y así nació una nueva industria de enorme potencial que escondía una verdad alarmante bajo esa celebrada etiqueta de lo light o lo diet.

Fed Up pone sobre la mesa evidencia que se nos ha ocultado durante años: al quitarles la grasa, los alimentos saben horrible. ¿Qué hicieron las corporaciones para revertir eso? Pues sumarles azúcar. Grandes cantidades de azúcar. ¿Y qué hace el azúcar? Aumenta la insulina y la insulina aumenta el almacenamiento de grasa. Y además es adictivo. Muchos estudios demuestran que el azúcar es una droga más adictiva que la cocaína y al alcance de los niños.

El documental concluye dos cosas. La nueva epidemia que amenaza a Estados Unidos y al mundo (los índices de obesidad también crecen en países como Canadá, México, Gran Bretaña, España, Chile y el Perú donde el 20,2% de la población femenina es considerada obesa) no va a solucionarse con dietas ni ejercicios, respuesta-reflejo que usan todos aquellos que no quieren comprometer sus ventas ni lobbys y que supone una carga emocional más para todos aquellos que realmente se esfuerzan por recuperar su salud y no pueden bajar de peso por más que traten.

Las únicas salidas posibles son cocinar en casa utilizando la menor cantidad de alimentos procesados que podamos. Y combatir una industria que envenena a sus consumidores engañándolos -el porcentaje de azúcar es el único que no aparece en la etiqueta de información nutricional y para ocultar la toxicidad de lo que se nos vende han inventado decenas de eufemismos para decir azúcar, como jarabe de glucosa o jarabe de maíz-. Informarnos es un buen comienzo. Luego deberíamos exigir que se regule la oferta de alimentos procesados con etiquetas preventivas y otras restricciones. El mensaje es simple: el azúcar es el tabaco de estos tiempos. Lo único distinto es que ahora el target principal son los niños. ¿Alguien dijo Zucaritas para el desayuno?

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