La pediatra alemana Ingeborg Syllm-Rapoport, de 102 años, recibió oficialmente este martes el diploma de doctorado del cual había sido privada en 1938 por los nazis a causa de sus orígenes judíos, según la clínica universitaria de Hamburgo (norte).
“La señora Ingeborg Syllm-Rapoport recibió hoy solemnemente su diploma en la clínica universitaria de Hambourg-Eppendorf (UKE)”, indicó esta institución en un comunicado, estimando que la interesada sea “plobablemente la más anciana del mundo” en recibir un título como éste.
Syllm-Rapoport había estudiado medicina en Hamburgo, trabajó como médico asistente en el hospital israelita de la ciudad entre 1937 y 1938, periodo durante el cual escribió su tesis de doctorado, consagrada a la difteria.
Pero nunca pudo sostener su tesis ante un jurado y obtener su doctorado puesto que las autoridades universitarias nacional-socialistas, “en aplicación de leyes raciales en vigor”, se lo impidieron “a causa de sus orígenes judíos”, explicó la UKE.
El 15 de mayo, con 102 años de edad, pasó con éxito esta prueba oral ante un jurado integrado por tres profesores llegados desde Hamburgo a su apartamento en la capital Berlín.
“Después de casi 80 años hemos conseguido (…) recuperar un poco de justicia, esto nos llena de satisfacción”, declaró el presidente del consejo de administración de la UKE, Burkhard Göke, durante la ceremonia de entrega del diploma.
Nacida en 1912, en 1938 logró emigrar a Estados Unidos. Allí se convirtió en pediatra y conoció a su marido, Samuel Mitja Rapoport (fallecido en 2004), con el cual tuvo cuatro hijos.
En 1952, en tiempos en que el senador Joseph MacCarthy emprendiera una “caza de brujas” contra cualquier eventual simpatizante del bloque soviético, la ahora doctora, comunista convencida al igual que su marido, volvió a Alemania, a la exRDA.
En 1969, Syllm-Rapoport creó, en el hospital berlinés de la Caridad, la primera cátedra de neonatología en Alemania.
Actualmente, aún vive en su apartamento de Berlín este, en un barrio antiguo reservado a artistas e intelectuales a los que el régimen de entonces privilegiaba.
Solicitada por la AFP, la anciana mujer, quien cobró en pocos días una notoriedad súbita a causa de su título tardío, declinó gentilmente mantener una entrevista. “Estoy demasado cansada”, confió.