Las esperanzas de encontrar señales de vida entre las ruinas de Katmandú prácticamente se han desvanecido, mientras los equipos de salvamento siguen tratando de acceder a los supervivientes de las zonas más aisladas, que en muchos casos aún no han recibido bienes de primera necesidad.
Por su parte, la Unicef exhortó a actuar con rapidez para evitar la aparición de epidemias entre los 1,7 millones de personas que viven en las zonas más afectadas, a pocas semanas de la llegada del monzón.
El terremoto de magnitud 7,8 ocurrido hace una semana destruyó una gran parte de Katmandú y numerosas aldeas cercanas al epicentro, producido a unos 70 kilómetros de la capital.
“Una semana ha pasado desde el desastre. Hemos hecho todo lo posible en materia de salvamento y asistencia, pero ya no creo que haya posibilidades de encontrar supervivientes bajo los escombros”, declaró el sábado a la AFP el portavoz del ministerio del Interior, Laxmi Prasad Dhakal, que estableció el último balance en 6.621 muertos y 14.023 heridos.
El terremoto ha matado además a más de un centenar de personas en India y China.
Por otro lado, las búsquedas para localizar a un millar de europeos, la mayoría aficionados al treking que se encontraban en las zonas del Everest y de Langtang cuando se produjo el temblor, proseguían el sábado.
“Están desaparecidos pero no sabemos exactamente su situación”, precisó Rensje Teerink, embajadora del la UE Nepal, a los periodistas en Katmandú.
’No tenemos dónde ir’
En numerosos lugares, los supervivientes esperaban aún alimentos y ser trasladados a un lugar seguro.
“En muchas zonas, la gente no ha tenido acceso a la ayuda y es normal que estén enfadados”, admitió Rameshwor Dangal, un responsable de la agencia nacional de gestión de catástrofes, a la AFP.
“Estimamos que en torno a 1.000 personas necesitas ser socorridas en las zonas de Rasuwa y Sindhupalchowk”, añadió.
En la capital, decenas de miles de supervivientes seguían durmiendo al raso una semana después de la catástrofe.
“No vivimos en esta tienda de campaña por gusto. Estamos aquí porque no tenemos dónde ir”, dijo Dhiraj Thakur, refugiado desde hace una semana en la vasta explanada de Tundi Khel Maidan.
Por su parte, Unicef dio la voz de alarma ante la situación de miles de niños sin techo cuya salud “está en juego”, muy marcados por la tragedia y sin acceso a agua potable o alimentos.
“Los hospitales están desbordados, el agua escasea, numerosos cuerpos siguen sepultados bajo los escombros, y la gente continúa durmiendo en la calle. Es una situación perfecta para la proliferación de enfermedades”, alertó Rownad Khan, adjunto al representante del organismo de la ONU para la infancia.
Khan estimó que hay un margen de tiempo “corto” para poner en marcha medidas de prevención de enfermedades infecciosas antes de la llegada del monzón, que con su humedad podría agravar el peligro.