Por Verónica Klingenberger
Mi nuevo terapeuta se llama Neil deGrasse Tyson y es el astrofísico más capo y divertido del mundo. Con él dejo de preocuparme de las tonterías del día a día y recupero la perspectiva. En la foto completa los humanos no somos más que un punto en un grano de arena en la playa más grande que puedas imaginar. Recordar eso me da paz. Y confirmar que miembros de mi especie son los responsables de ese descubrimiento me emociona: al menos durante una hora del día me siento parte de un equipo al que quiero y admiro y, si evito los noticieros, el efecto puede alargarse satisfactoriamente. Mi otro astrofísico favorito se llamaba Carl Sagan y fue por él que mi nuevo terapeuta nunca volvió a ver el cielo de la misma forma.
Cosmos: A Personal Voyage fue la serie original, escrita por el mismo Sagan, su viuda Ann Druyan y Steven Soter. Su estreno, en 1980, conmocionó la televisión estadounidense, y Sagan, su conductor, un judío neoyorquino de familia ucraniana, se convirtió en uno de los principales promotores del conocimiento científico al llegar a quinientos millones de personas. Él y su equipo hicieron lo que cualquier focus group hubiese considerado imposible: popularizar conceptos científicos complejos y explicar de manera didáctica y divertida el origen de la existencia del cosmos, la Tierra y todos los seres que la habitamos. En 13 capítulos, niños y adultos contemplamos la traducción de fórmulas físicas a poesía y le dimos merecido reconocimiento a tantos científicos desconocidos y largamente olvidados. Esa serie cambió para siempre nuestra forma de acercarnos a la ciencia y viceversa. Todos los capítulos de la Cosmos original están en youtube. Búscalos. Como decía Sagan, el cerebro es un músculo y ejercitarlo nos hace felices.
La odisea que suponía producir una nueva versión de Cosmos -que se estrenó el año pasado por Fox y National Geographic pero recién llega al Netflix latinoamericano- resultaba para un crítico del New York Times igual de absurda que la pretensión de hacer el remake de Ciudadano Kane. Pero no te dejes engañar por el clásico fanatismo nerd. Nadie pretendía reemplazar a Sagan, mucho menos Tyson, su fan número uno. Sagan y Cosmos definieron su vocación y su exitosa carrera, y eso es algo que cuenta en uno de los capítulos de la nueva serie.
La nueva Cosmos funciona más bien como homenaje y continuación de un legado. Cosmos: A Spacetime Odyssey tiene un despliegue visual más rico que su versión original. 30 años no pasan por gusto. La narración de Tyson se vale de animaciones en 2D y 3D que hacen posible entender las verdades más crípticas. Y su voz y naturalidad frente a las cámaras te dejarán prendido al televisor desde el primer segundo. Cosmos, en cualquiera de sus versiones, es una clase maestra de storytelling. El segundo episodio titulado ‘Algunas de las cosas que las moléculas hacen’ empieza con Tyson frente a una fogata, bajo un cielo estrellado y frío. Tyson acerca un pedazo de leña al fuego, nos mira y dice: ‘Esta historia trata de ti, de mí y de tu perro’. Imposible pestañear o distraerse antes de descubrir qué sigue.
La ciencia no pretende tener todas las respuestas pero al menos no se cansa de hacerse preguntas. ‘Sigue las evidencias hacia donde sea que te lleven’, dice Tyson. ‘Y cuestiónalo todo’. Mi nuevo terapeuta me espera. También lo llamo Profesor Tyson y me gusta imaginar que asisto a sus clases todos los días entre las 7 y 8 pm. Junto con él viajaré en la Nave de la Imaginación (una nave espacial, heredada del primer Cosmos, capaz de viajar al sol o al núcleo de un átomo con el único objetivo de hacernos entender) y encontraré esa dosis de espiritualidad que tanto bien nos hace.