Ser invisible es una aspiración milenaria. El filósofo griego Platón cuenta la historia de Giges, que se convierte en rey gracias a un anillo que le confiere invisibilidad. La novela de ciencia ficción H. G. Wells, “El hombre invisible” atribuye esa facultad a un científico loco y Harry Potter, el aprendiz de brujo de J.K Rowling, posee una capa con ese poder.
En los últimos años se lograron avances en la investigación gracias a metamateriales capaces de manipular las ondas mediante “capas de invisibilidad” constituidas por materiales artificiales que permiten desviar los rayos de luz que llegan sobre un objeto, volviéndolo invisible.
“Aunque los dispositivos capaces de disimular por completo un cuerpo humano no se hayan desarrollado aún, no resulta irrealista pensar de que se logrará algún día, y es mejor ir preparándose”, comenta a la AFP Arvid Guterstam, coautor de un estudio publicado este jueves en Scientific Reports (Nature).
“Queremos estudiar las consecuencias psicológicas de tal invisibilidad para que esos dispositivos puedan ser utilizados sin riesgos”, agrega el investigador en neurociencias del Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia).
El estudio utilizó un total de 125 participantes, con 25 voluntarios por cada experiencia.
Cada uno fue equipado con un casco de video en directo y en 3D, alimentado por un par de cámaras colocadas a nivel de los ojos. Orientadas hacia abajo, las cámaras filmaban el vacío.
Los investigadores pidieron luego al voluntario levantarse y mirar hacia abajo. En lugar de ver su propio cuerpo, la persona ve un espacio vacío.
El bien y el mal
Para incrementar la ilusión, un investigador toca distintas partes del cuerpo del participante con un gran pincel sostenido con la mano, mientras que la otra hace el movimiento en el vacío. En espacio de 30 segundos, la mayoría de los participantes tenían la sensación de que su cuerpo se había vuelto invisible.
“Para verificar si funcionaba la ilusión, dimos una puñalada al cuerpo invisible mientras medíamos el estrés generado por el gesto”, explica Arvid Guterstam. “Las personas transpiraron más, lo cual sugiere que el cerebro de la persona percibió ese gesto en el vacío como una amenaza directa contra su propio cuerpo”, agrega.
En una de las experiencias, los investigadores expusieron a los participantes a una situación social estresante en presencia de un auditorio de personas desconocidas.
Los científicos constataron que el ritmo cardíaco de los participantes y su nivel de estrés declarado era inferior cuando la persona tenía la sensación de ser invisible sólo cuando se sabía visible por todos los demás.
“Si el cerebro percibe al cuerpo como invisible, supone que el mismo lo es también para otros observadores, lo cual reduce el estrés vinculado al hecho de ser el centro de atención”, señala Arvid Guterstam.
La ansiedad social es padecida en grados diversos a lo largo de la vida por cerca del diez por ciento de las personas, según el investigador.
La psicoterapia a nivel cognitivo y del comportamiento (CBT, por sus siglas en inglés) es el tratamiento no medicamentoso más corriente para curar esta fobia social. Tiende a acostumbrar al paciente a situaciones cada vez más estresantes.
Algunas de estas terapias usan simulaciones de realidad virtual.
“Pensamos que dar la ilusión de ser invisible podría ser utilizado como primera etapa para estas terapias basadas en la realidad virtual”, señala Arvid Guterstam. “Ello podría ayudar a pacientes cuya ansiedad proviene de emociones negativas vinculadas a su propio cuerpo”.
Henrik Ehrsson, del instituto Karolinska, preconiza el desarrollo de nuevos estudios para verificar que los futuros dispositivos de invisibilidad “no nos hagan perder nuestro sentido del bien y del mal”.