Un día antes de la trágica muerte del niño Eduardo de Jesús Ferreira, de 10 años, en una favela de Rio de Janaiero. Zaquel Nunes estaba en su casa cuando escuchó unos disparos.
Bajó a rescatar a una vecina que, impactada por una bala, murió de camino al hospital.
La otra víctima de ese tiroteo era el objetivo de la policía, un presunto traficante de drogas.
Varios videos filmados por los presentes mostraban la tensión del momento.
“Él es el narcotraficante que buscaba la policía… para ese momento mi vecina ya había sido llevada al hospital. Las personas querían que el narcotraficante fuese llevado al hospital para ser atendido, pero la policía no lo permitió”, cuenta Zaquel Nunes, residente del Complexo de Alemao.
Todo esto sucedió en la favela de Alemao, en Rio de Janeiro.
La pacificación de esta barriada comenzó en 2010. Los narcotraficantes constantemente quieren retomar los sectores perdidos, lo cual hace de Alamao, donde viven 70.000 personas, un campo de batalla.
“El miedo y el horror son constantes aquí. Todos los días, hay fuego cruzado porque vivimos en territorio de gatos y perros, y estamos atrapados en el medio”, señala Nunes.
“Y tú puedes ser el objetivo aquí en cualquier momento, sin esperarlo, por desgracia. Esa es nuestra realidad cotidiana desde el inicio del programa de pacificación. La gente que vive aquí le dirá que no hay paz. La realidad aquí es completamente diferente, por desgracia.”
La muerte del niño de 10 años conmocionó a Brasil y puso en duda la efectividad y los métodos utilizados por la policía.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, expresó en un comunicado su solidaridad con los padres de Eduardo, y pidió que se aclaren las circunstancias de esta muerte.
A un año de los Juegos Olímpicos de 2016, la inseguridad sigue siendo un asunto importante en Rio.