(Opinión) El país que no sabe soñar

Un análisis sobre el futuro de la educación en nuestro país.

Por Rodolfo RojasAsesor de estrategias públicas y director de Gabinete Consultores

El Ministro de Educación anunció en la CADE, lo que se podría llamar las líneas maestras de su gestión. Las reafirmó el fin de semana en un diario de circulación nacional. Cerrar la brecha en infraestructura, mejorar el sueldo de los maestros, darle autonomía a los directores de escuela y mejorar los aprendizajes de los estudiantes, son las prioridades de Jaime Saavedra.

‘Es inaceptable que un país de ingresos medios tenga un sistema educativo de un país de ingresos bajos’, declaró el ministro como corolario a su intervención. Saavedra da por sentado que el modelo educativo debe reflejar lo que un país representa en términos económicos.

Se equivoca. La educación es una herramienta para transformar las sociedades. Un país como el Perú, donde solo una minoría puede acceder a educación de calidad, tiene la oportunidad de darle vuelta a una deuda histórica. En suma, la educación debería representar lo que un país aspira a ser, no lo que es.

El consenso, entre los países de punta, es que hay que innovar y reformar el sistema educativo. Así como está, no es capaz de dotar a los estudiantes de herramientas para enfrentarse con éxito al siglo XXI. ‘Las escuelas quedarán obsoletas antes de lo que creemos, dice Richard Gerver’, fundador de The International Curriculum Foundation.

La visión que nos ofrecen quienes dirigen el Ministerio de Educación ha envejecido antes de ponerse en marcha. Dan por sentado que cuando el sistema funcione los problemas de la educación peruana estarán resueltos. Con eso no basta hoy. Necesitamos un cambio de enfoque de lo que sucede dentro del aula. Necesitamos una visión de qué tipo de sociedad queremos y qué ciudadanos vivirán en ella. El telón de fondo es la sociedad de la información, hacia donde llegará el Perú tarde o temprano.

Quienes definen las políticas del Estado en temas vitales como el educativo, harían bien en averiguar cuáles serán las tendencias que predominarán en los próximos años. Hay dos que están íntimamente relacionadas. Una tiene que ver con lo que será el mercado laboral en el mediano plazo. Los niños que han nacido recientemente o que están a punto de ingresar a la escuela trabajarán en profesiones que aún no se han inventado. Y las que existen, o desaparecerán o serán mayoritariamente desempeñadas por robots.

La otra tiene que ver con lo que los países de punta están haciendo. Con el modelo de escuela tradicional, el mismo que el ministro Saavedra quiere poner en marcha. El paradigma clásico de una escuela jerarquizada donde se fomenta esencialmente el desarrollo de la memoria, divide el conocimiento en asignaturas sobre la base de creencias arraigadas que durante años han permanecido como verdades incuestionables, y está seriamente cuestionado desde todos los frentes.

Se dice que la escuela tradicional mata la creatividad. Sin creatividad no hay innovación. Y sin innovación no aumenta la productividad, que es la única forma de incrementar de manera sostenible el nivel de bienestar de la sociedad. ‘El principal objetivo de las escuelas ya no será preparar a los jóvenes para la universidad sino para la innovación’, dice Tony Wagner, un especialista en educación de la Universidad de Harvard y autor del bestseller Creating Innovators.

Ahora que el milagro peruano se ha quedado sin combustible y despertamos de un sueño que ha durado una década, haría bien el gobierno en poner el énfasis en promover un sistema educativo que estimule la creatividad, la libertad y el pensamiento crítico, madres de la innovación, el motor que está revolucionando el mundo. No basta con administrar un país. Debemos soñar con ambición. Es la ruta para salir del subdesarrollo.

Lo Último