En su discurso de posesión, este dirigente de centroderecha dijo que empleará todas sus energías en cumplir con el mandato de pacificación para el que fue reelecto con el 50,6% de los votos, pero advirtió a las FARC que los recientes ataques atribuidos a esa guerrilla comunista amenazan las negociaciones.
“Los hechos de violencia de las últimas semanas son una contradicción inaceptable que ponen en riesgo el mismo proceso” que se desarrolla en Cuba, dijo Santos, cuestionando duramente los atentados de los últimos días en varios puntos del país, que causaron muerte de civiles y daños ambientales y a la infraestructura.
“La paciencia de los colombianos y de la comunidad internacional no es infinita”, dijo el presidente, que fue aplaudido por los cientos de invitados, entre ellos varios jefes de Estado y el rey emérito de España, Juan Carlos I, en el acto de juramentación en el Patio de Núñez, plaza de armas del Congreso, en el centro de Bogotá.
“Señores de las FARC: están advertidos”, puntualizó.
Electo por primera vez hace cuatro años tras liderar como ministro de Defensa del expresidente Álvaro Uribe (2002-2012) la mayor ofensiva contra las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Santos impulsa desde noviembre de 2012 en La Habana negociaciones de paz con ese grupo rebelde, el principal del país con unos 8.000 combatientes.
Las conversaciones de paz, que ya han avanzado en temas de desarrollo agrario, participación política de los guerrilleros y narcotráfico, avanzan sin un cese del fuego, que según Santos podría fortalecer a los rebeldes.
Además de las conversaciones con las FARC, Santos anunció poco antes de su reelección el inicio de diálogos exploratorios paralelos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN, guevaristas), segundo grupo insurgente de Colombia con 2.500 miembros.
Equidad y educación, pilares clave
La paz es la mayor obsesión de Santos, un economista liberal promotor de acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, Asia y Europa, pues está convencido de que acabar con la guerra interna permitirá una mayor inversión social en un país donde más de 32% de sus 47,7 millones de habitantes es pobre.
“Una paz total no es posible si no hay equidad. Y la única forma de lograr equidad a largo plazo es tener una población bien educada. Además, un país educado es menos propenso a la violencia”, enfatizó Santos, quien a sus casi 63 años, que cumplirá el domingo, aspira a ser el presidente que acortó la brecha social en Colombia.
Palomas de la paz se veían en la solapa de su traje oscuro, en el vestido blanco de la primera dama, María Clemencia Rodríguez, y en los paraguas con los que los presentes se protegían del fuerte sol que salió tras una llovizna pertinaz.
Santos no está solo en su cruzada. Lo respalda su flamante vicepresidente, Germán Vargas Lleras, y muchos líderes regionales y mundiales. También cuenta con mayorías parlamentarias.
“En el Congreso a partir de hoy empezaremos a sacar adelante la legislatura de la paz”, dijo el presidente de ese cuerpo, José David Name, tras imponerle la banda presidencial a Santos.
Pero el camino no será fácil.
Entre los ausentes a la ceremonia estaba el más férreo opositor de Santos, su exmentor Uribe, para quien pactar con los guerrilleros sólo traerá impunidad.
Actual senador, Uribe acudió al inicio del acto de juramentación, pero se retiró junto a su bancada antes de la aparición de Santos, aduciendo “abusos de poder” y la presencia de representantes del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.
“La bancada del Centro Democrático no participa en la toma de juramento del presidente de la República, doctor Juan Manuel Santos Calderón, por los abusos de poder en su elección y por la asistencia de representantes de Nicolás Maduro”, dijo Uribe a periodistas luego de abandonar el recinto.
Maduro, quien ha dado su respaldo a Santos en su empeño por la paz y cuyo país es acompañante de los diálogos con las FARC, canceló a última hora su asistencia.
En paralelo a la pacificación, Santos deberá atender otros temas urgentes para superar la desigualdad en Colombia, que atraviesa quizás el mejor momento económico de su historia – cerró 2013 con un crecimiento de 4,7% -, pero tiene pendientes reformas en salud, educación y justicia, además de cambios en su sistema político que exige la oposición.