Las canciones de Julio Iglesias, George Harrison o Nino Bravo a todo volumen servían de fondo a las torturas en la dictadura de Augusto Pinochet, pero al mismo tiempo los presos buscaban alivio en la música.
“My Sweet Lord”, de Harrison, “Un millón de amigos”, de Roberto Carlos, “Venceremos”, “Libre”, de Nino Bravo, o varias canciones de Julio Iglesias sirvieron para ahogar los gritos de las torturas o directamente para molestar a los presos, explicó a la AFP la profesora de la universidad de Manchester (norte de Inglaterra), Katia Chornik.
“Son canciones que me han mencionado los presos que he entrevistado, nombres de canciones que han aparecido más de una vez. Pero hay que pensar que el numero de gente que estuvo presa bordea los 40.000. Hubo más de mil recintos y yo me concentro en nueve”, dijo la investigadora.
Katia Chornik estudia el papel de la música en los centros de detención, cárceles y campos de concentración de la dictadura de Pinochet (1973-1990), de cuyo golpe de estado se cumplen 40 años este miércoles.
“Empecé a investigar hace una década. Empecé a investigar la música en los campos nazis y me di cuenta de que había una situación que me tocaba mucho más cerca (mis padres estuvieron presos), que era la de los campos chilenos”, narró.
“En algunos recintos la música seguía cuando los agentes habían cumplido su horario, seguía a todo volumen”, explicó. Por ejemplo, “había un centro de tortura en la calle Irán de Santiago de Chile que los agentes llamaban “la Discotheque”: el objetivo era acallar los gritos de los prisioneros”.
En “la llamada ‘no-touch torture’ o tortura sin contacto que fue desarrollada por Estados Unidos desde los años 50 y que todavía se ve en el contexto de la guerra del terror, se usan música y sonidos como forma de saturar los sentidos y provocar desintegración psicológica”, explicó.
Carlos Reyes, fotógrafo chileno exiliado en Londres, pasó dos años en cárceles en Chile y explicó a la AFP que “muchas veces cuando habían sesiones de tortura ponían música muy fuerte”.
“Lo que había en la radio. Cualquier música que estaba de moda. En los campos de concentración nos ponían música militar para marchar, para cantar, te obligaban a cantar”, narró Reyes. “La música era parte las 24 horas del día”.
Al mismo tiempo, la música consolaba a los detenidos.
“Entre los presos se cantaba mucha música latinoamericana, pero elegían con cuidado los temas”, evitando aquellos de tinte político que pudieran traerles problemas, narró Chornik.
Algunos músicos llegaron a seguir con su actividad en los campos, como Ángel Parra, el hijo de Violeta Parra, que compuso “La pasión según San Juan, Oratorio de Navidad” en el campo de Chacabuco.
“La música fue una parte importante en aquel periodo. Nos ayudaba mucho a celebrar cosas. Yo cantaba, no era parte del coro, pero cantaba, todo el mundo lo hacía, nos hacía mucho bien”, recordó para la AFP Cristina Navarrete, una médico chilena que se exilió a Londres, donde todavía vive, y que estuvo internada en el campo de concentración de Tres Álamos, en Santiago, donde se formó un coro.