Por: Rollin Cafferata
El mensaje a la nación es uno de los eventos más esperados del día patrio. Su origen data de la proclamación de la independencia. El general Don José de San Martín liberó “al pueblo oprimido” con un soberbio discurso en la Plaza Mayor de Lima. “Desde este momento el Perú es libre e independiente por la libertad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende”, exclamó.
A partir de entonces, cada 28 de julio nuestros mandatarios se dirigen al pueblo para recordar y realzar lo logrado en el año, anunciar las mejoras que tendrán lugar y motivar el orgullo patriótico. Palabras de unión y amor a la bandera y la nación.
Sin embargo… Desde hace varias décadas, el discurso se ha vuelto un mero resumen técnico. Se ha perdido aquello que inspiraba el patriotismo. “El último gran mensaje a la nación lo pronunció el presidente Valentín Paniagua al asumir la presidencia”, señala Eduardo Dargent, polítologo de la PUCP.
“El discurso ha ido perdiendo el elemento, valga la redundancia, discursivo, para ser más un recuento de obras y eventos. Eso es empobrecedor. La gente está esperando, sí, un informe, pero también una idea del rumbo, de hacia dónde vamos”, apunta.
El motivo ¿Por qué el mensaje a la nación ha devenido en una enunciación de los logros económicos del gobierno durante el año anterior? ¿Es eso lo que esperan los ciudadanos? El Dr. Nelsón Manrique, politólogo y catedrático de la PUCP, sostiene que la razón estriba en que, después de Panigua (e incluso antes), los candidatos presidenciales llegaban al poder con un programa y, ya instalados en Palacio, lo desconocían, de tal forma que en los mensajes a la nación no podían reivindicar lo prometido. Desde proyectos de izquierda virados a la derecha (y viceversa) hasta campañas “como la de Fujimori. Él fue elegido, entre otras cosas, por mantener a lo largo de la campaña una política anti shock. Todos sabemos qué pasó después”, indica Manrique.
Luego de la decepción de sus votantes, ¿qué les queda, entonces? “basar sus mensajes en el crecimiento económico. Perdida la visión de conjunto, el programa original por el que fueron elegidos, se aferran a las cifras”.