Los manifestantes habían salido de una mezquita de Nasr City, en El Cairo, donde acampaban miles de partidarios de Mursi desde hacía varios días.
“Mursi es nuestro presidente” y “¡Traidores!”, gritaron ante un edificio de la Guardia Republicana, una unidad militar que tiene a su cargo proteger a la presidencia egipcia, antes de intentar colgar del alambrado que rodea al edificio una foto del ex presidente, pese a las advertencias de los soldados. El tiroteo tuvo lugar poco después.
Por su parte, el guía supremo de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Badie, participó este viernes en otra manifestación a favor de Mursi.
Poco antes, la cofradía negó que Badie hubiera sido detenido, desmintiendo así lo anunciado el jueves por fuentes de los servicios de seguridad.
Badie, de traje negro y camisa blanca, habló a la multitud, afirmando que “millones” de personas permanecerán movilizadas en las calles hasta que Mursi vuelva a ocupar la presidencia.
El dirigente islamista también estimó que “el golpe de Estado no es válido”, lo cual fue coreado por la multitud.
Reagrupadas en un nuevo Frente Nacional de Defensa de la Legitimidad, las principales fuerzas islamistas del país habían convocado a los partidarios del presidente derrocado a una manifestación masiva y “pacífica” para rechazar el “golpe de Estado militar”. Miles de personas se manifestaron en distintos lugares de Egipto.
Los Hermanos Musulmanes pidieron calma a sus partidarios.
Los enfrentamientos entre partidarios y detractores de Mursi o con las fuerzas de seguridad dejaron más de 50 muertos en Egipto desde el 26 de junio.
Por su parte, el presidente interino designado por las fuerzas armadas tras el derrocamiento de Mursi, anunció este viernes la disolución de la cámara alta del parlamento dominada por los islamistas.
Adli Mansur, quien también designó un nuevo jefe para los servicios de inteligencia, disolvió esta cámara, mayoritariamente favorable a Mursi, la cual ejercía la totalidad del poder legislativo desde la disolución de la cámara de diputados el año pasado.
Dos días después de destituir al primer presidente elegido democráticamente hace un año, el ejército pidió rechazar la “venganza” e hizo un llamamiento a la “reconciliación nacional”.
El ministerio de Interior advirtió que respondería con “firmeza” a posibles disturbios y desplegó tanques blindados en la capital, que también sobrevolaron aviones militares. Las Fuerzas Armadas, que también suspendieron la Constitución, afirmaron sin embargo que “las concentraciones pacíficas y la libertad de expresión son derechos garantizados para todos”.
En este contexto, los partidarios del derrocado presidente lanzaron este viernes un llamado “urgente” a manifestarse masivamente para contrarrestar las manifestaciones favorables a Mursi.
Horas antes, islamistas armados habían atacado una posición militar en la península del Sinaí, un incidente en el que murió un soldado. Tras ello, Egipto cerró el paso de Rafah, en la frontera con la franja de Gaza.
En el plano diplomático, Estados Unidos pidió a las autoridades que no lleven a cabo “arrestos arbitrarios” contra los partidarios de Mursi, que sigue bajo custodia del ejército, y la Unión Africana (UA) suspendió este viernes la participación de Egipto, tras este “cambio inconstitucional de poder”.
La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Pillay, también expresó este viernes su preocupación por los arrestos masivos de personalidades clave de los Hermanos Musulmanes en Egipto e instó a todas las partes a respetar las libertades fundamentales.
El miércoles, cuando expiró un ultimátum de 48 horas, las Fuerzas Armadas designaron a Mansur, presidente del Tribunal Constitucional, como dirigente interino del país, hasta que se organicen elecciones presidenciales y legislativas.
El derrocamiento de Mursi fue anunciado por su ministro de Defensa, el general Abdel Fatah Al Sisi. El presidente fue luego detenido y trasladado al ministerio de Defensa.
El golpe de Estado abre el camino a una delicada transición en Egipto, el país árabe más poblado del mundo, que ya estuvo dirigido por el ejército durante 16 meses tras la revuelta popular contra Mubarak.