Por: Elisabeth Braw
Alrededor de la Plaza de Taksim y el Parque Gezi, los oficiales de policía están pasando el rato. Un joven policía con material antidisturbios está tomando una siesta. Otros están leyendo las noticias de deportes. ¿Están realmente relajándose? ¿Están esperando por el siguiente encuentro? Probablemente ambos. La tensión sobre la plaza y el parque al mismo tiempo, está a punto de convertirse en una verdadera rebelión política.
“Este lugar pertenece a la gente ahora”, explica Ozlem Dalkiran, uno de los organizadores de la protesta, quien me lleva caminando alrededor del campamento. Dalkiran, es aquí un activista veterano de los derechos humanos, tiene 40 años, pero prácticamente todos los demás tienen alrededor de 20 o incluso menos. Los manifestantes aquí en Gezi son desde los nacionalistas kurdos, anticapitalistas musulmanes hasta aficionados al fútbol. En un desarrollo sin precedentes en este país fragmentado, han pasado más de dos semanas ocupando el famoso parque para evitar que sea arrasado y sustituido por barricadas militares, según lo previsto por el gobierno. El resultado hasta la fecha: tres manifestantes y un agente de policía muertos.
Esta semana el primer Ministro Tayyip Erdogan se reunió con los líderes de la protesta y ofreció un referéndum sobre el parque. “Pero nosotros estamos casi muertos aquí; ¿Cómo pueden ellos negociar?’, exclama Dalkiran. “No tenemos idea de cómo él escogió a los líderes de la protesta con los que se reunió. No nos representan. El referéndum es un gran retroceso para Erdogan, pero para nosotros es inaceptable. Es como pedirle a la gente si quiere vivir o morir.’
De hecho, los manifestantes se han instalado en el Parque Gezi y no tienen intención de moverse. Tienen barricadas alrededor de ellos mismos (incluyendo un coche de policía quemado), se han hecho llamar héroes y han sido atendidos por personal voluntario. Tienen estaciones de comida, conserjes, hospitales provisionales instalados en el campo, incluso una estación que se encarga de las máscaras de gas, por los frecuentes enfrentamientos con la policía en la Plaza de Taksim.
Y sintiendo su fuerza, los manifestantes ahora exigen no sólo la supervivencia de los árboles, sino también más democracia. Una regla de Erdogan que es demasiado dura, algunos declaran que temen incluso que esté tratando de introducir la ley sharia. “La gente está harta por la intervención del gobierno en sus estilos de vida,” dice Dalkiran. “Erdogan se ha convertido en un dictador. Sólo ayer dijo, ‘Tayyip Erdogan no cambiará’. ¡Es imposible decir eso!” Pero el jueves, Erdogan emitió una “Advertencia final” a los manifestantes, exigiendo que desalojen el parque. Ni la Alcaldía de Estambul ni el partido AK al que pertenece Erdogan respondieron a las solicitudes de entrevista.
“La protesta no termina aquí,’ predice Sanar Yurdatapan, un famoso cantante, compositor y activista veterano de los derechos humanos, al reunirnos en una cafetería cercana. “Esta es la primera vez que las personas se han dado cuenta que si estamos juntos somos más fuertes.’ ¿Pero se podrá iniciar aquí una Primavera Turca? Erdogan hizo un desastroso error de cálculo cuando le permitió a la policía atacar a los manifestantes, y esas cuatro muertes continuarán persiguiéndolo. Pero ni los manifestantes creen que él de un paso atrás: Saben que no hay ningún líder de la oposición que pudiera sustituirlo.