Por: Verónica Klingenberger
En la cocina de Najmieh Batmanglij sonaban dos discos con insistencia como ingredientes de un manjar secreto que solo se serviría algunos años después. Uno de ellos es un álbum de Paul Simon llamado ‘Rhythm of the Saints’, que recuerdo haber escuchado de manera obsesiva cuando era niña (el repeat es parte fundamental de mi educación). Najmieh, una celebrada chef y escritora iraní americana, es la madre de Rostam Batmanglij, el multi instrumentalista, co creador y productor de Vampire Weekend, una de las bandas más originales del rock contemporáneo, y víctima de mi más reciente obstinación.
Lejos de lo que su nombre podría sugerirte, Vampire Weekend son cuatro chicos que se conocieron en la universidad de Columbia, en Nueva York, y que además de compartir el gusto por los mocasines Gucci y las bermudas a cuadritos, veneraban el New Wave británico y el pop guitarrero del África occidental. La banda ha ganado una buena reputación en la escena rockera independiente desde el primer CD que produjeron por su cuenta, mientras trabajan a tiempo completo en otras cosas para poder subsistir. Hoy suman a su discografía dos LP’s más. Sus letras, inquietantes y con una fuerte influencia literaria, son capaces de meter en una misma coctelera a Louis Vuitton, Peter Gabriel, Benetton y un poco de reggaeton y hacer que todo sepa tan fresco y consistente que solo quieres bebértelo de un trago para luego repetir.
En su más reciente álbum, ‘Modern Vampires of the City’, lanzado hace apenas unos días, Ezra Koenig, Chris Tomson, Rostam Batmanglij y Chris Baio parecen haberse sacudido un poco de sus flirteos y fumatas juveniles en la casa de algún zángano hijo de diplomático. Sus referentes musicales son menos perceptibles aunque la originalidad de su sonido sigue intacta con todos esos divertidos adornos en su producción. La adultez les sienta bien. Sus letras ya lucen la nostalgia que sienten los chicos cuando saben que sus 20 están a punto de convertirse en un buen recuerdo. Los colmillos ya no se exhiben para provocar, muerden sin aviso, y te convierten para siempre en un poseído de su cada vez más grande cortejo.