Por: Verónica Klingenberger
El partido comienza con un gigante disparándole sin piedad en un infierno de piso azul. Estamos en el Indian Wells 2013, un torneo que se juega en el desierto californiano y que se llama BNP Paribas Open. Rafael Nadal pierde el primer set 4-6 ante el argentino Juan Martín Del Potro y da la impresión de haber descuidado también el timón del barco que más le gusta navegar. Y los barcos son lo que más le entusiasman después del tenis. Cuando se retire, eso es lo que hará. Navegar en el Mediterráneo y competir por ser quien se lleva el pez más grande.
Esta vez le tocó enfrentarse a un tiburón de dos metros, pero solo hay una fiera en el tenis. En el segundo set, Nadal iguala el marcador con un break y cada golpe duplica su confianza. Nada podrá detenerlo en este regreso. Luego de siete meses lesionado (una rotura parcial de ligamento rotuliano y una hoffitis en la rodilla izquierda), celebra así su victoria 600, recupera el cuarto puesto en el ránking, suma 4 trofeos, una final, y otro triunfo ante Federer. Ese es uno de los principales motivos para aplaudir su retorno. Federer no podía retirarse sin su rival más importante, ese con el que protagonizó el que se considera el mejor partido de la historia, aquella final de Wimbledon hace ya 5 años.
Para uno de los jugadores más musculosos del tenis el órgano más importante del cuerpo es el cerebro, aunque se valga de extrañas manías que parecen síntoma de un desorden obsesivo compulsivo: alinea las botellas de agua, se saca el sudor de detrás de las orejas -primero la izquierda, luego la derecha-, se golpea las zapatillas con la raqueta, y termina haciendo eso que nos lleva a preguntarnos por qué Nike, que invierte más de 3 millones de dólares al año en el mallorquín, no puede diseñarle unos shorts que le acomoden.
Nadie como Nadal ha tenido que esforzarse tanto. El cambio de su técnica a los 14 años y su desgastante preparación física atentaron contra su propio cuerpo. Desde entonces, las lesiones han sido siempre su castigo. Él encarna el ‘sí se puede’ y se celebra con más ganas que sus fans. Levanta el puño y grita vamos con cada punto logrado, y cuando gana, se tira al piso boca arriba con las manos sobre la cara, como quien tiene que recordar a solas, aunque sea por un segundo, todo lo que tuvo que pasar para volver a estar encima de todos.