Por Angelita Borrero
Todos los días vemos a Lima saturada de paneles de publicidad. En estas semanas de verano, el paisaje de la Panamericana Sur luce atiborrado de carteles. Un anuncio tras otro, cada uno más cerca del otro, hacen de este camino el mejor ejemplo de contaminación visual y peligro potencial en la carretera, una problemática que parece pasar desapercibida.
‘Este tipo de contaminación lleva a una serie de riesgos para la vida humana’ dice la experta Sonia Luz Carrillo a Publimetro, comunicadora y docente de la Universidad Nacional de San Marcos. ‘La contaminación visual en la ciudad no solo se debe a la publicidad comercial, pero esta es la más potente, ya que genera una profusión de imágenes que crea una atmósfera no saludable’, explica.
Carrillo afirma que los anuncios y sus mensajes están diseñados precisamente para llamar la atención del peatón o del conductor, lo que incrementa la carga de estrés en la ciudad. ‘No hay donde descansar la mirada, todo está diseñado para llamar la atención, lo cual puede ser peligroso. Si se complementa con la contaminación sonora, esto puede ser causa de múltiples enfermedades por el estrés, como disturbios digestivos, migrañas, etc. Debemos ser conscientes que lo que hace malsana a la ciudad son estas fuentes de contaminación. Las autoridades deben tomar medidas al respecto’, exige Carrillo.
Por cierto, respecto a este punto existe la Ordenanza Municipal Nº 1094, aprobada en el 2007, que establece las reglas que deben cumplir los paneles publicitarios. Por ejemplo, debe haber una distancia de cien metros entre cada cartel en carreteras o cambios viales.
‘Además, no se pueden poner anuncios en la Panamericana Norte, la Sur Antigua, la Panamericana Sur, la Ramiro Prialé o la Carretera Central, si estos obstaculizan la visión en cruces o vías de desnivel o en sus separadores centrales’, afirma Álvaro Anicama, gerente de fiscalización y control de la Municipalidad de Lima.
‘Si esto no se cumple, se sanciona al anunciante con el pago de una UIT (S/.3.700) y se retira el cartel’, concluye Anicama.