Normalmente no escudriño en las bolsas de basura para buscar alimentos, pero esta es una misión para comprobar cómo se desperdicia hasta el 50% de los alimentos del mundo, según denunció un reciente informe del Instituto de Ingenieros Mecánicos de Gran Bretaña.
Una cuarta parte de estos residuos podrían alimentar a mil millones de personas con problemas de mala nutrición en el mundo.
Así, durante una semana me sumergí en la basura para buscar comida y ver si podía vivir de ella.
Los primeros días solo encontré pequeñas ganancias. En parte, porque los restaurantes y supermercados bloquean sus botes de basura y cubren la comida desechada con pintura. ‘Si alguien se enferma por comer nuestras sobras, podríamos ser demandados’, me dijo el dueño de un café antes de sacarme de su local.
Para poder comer, tuve que dejar de lado mi orgullo. Esperé hasta el anochecer para irrumpir en los botes de supermercados y en bolsas de basura de un concurrido mercado.
Mis acciones dividen opiniones: recibo desde miradas de asco hasta de compasión y comprensión ante la realidad del desperdicio de tanta comida.
Es difícil para un ciudadano de Londres como yo, pero, por fortuna, existe una red de activistas que están aprovechando los residuos al máximo. Martin Bowman (26), quien trabaja en el Refugio de San Mungo, en Londres, nos cuenta que con su grupo ‘Comida No Bombas’ cocina para 40 personas sin hogar dos veces por semana con alimentos que no se vendieron.
Pero apuntan a más: Bowman cuenta que en enero, en colaboración con la ONU, lanzaron su campaña ‘Piensa, come y ahorra’ en toda Europa, con la que piensan reducir el desperdicio de comida a la mitad para el 2020.
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Día 1 Fui a la panadería justo después de que cierre a las 5 p.m. Había muchas bolsas llenas a la vista. Botín: Dos pedazos de pan, una empanada de queso y un pastel.
Día 2 Husmeé en la zona de bandejas de un patio de comidas a las 11 p.m. Botín: Manzanas.
Día 3 Fui al Mercado Central de Londres. Mucha basura a la vista. Botín: Un pan, un plátano y un pastel.
Día 4 Contenedores de los supermercados sellados. Botín: Nada.
Día 5 Afueras del refugio de San Mungo. A ver qué dejan los vagabundos. Botín: Curry, papas y postre.