Ante 3.500 personas reunidas en la sala Pablo VI para la audiencia general, en la que todos los miércoles el Papa se dirige a los fieles, el Sumo Pontífice explicó los motivos de su renuncia. Una decisión, dijo, tomada “con plena libertad por el bien de la Iglesia”.
Reunidos en esta inmensa nave con cubierta translúcida que dejaba filtrar el tímido sol de invierno, miles de feligreses escucharon sonrientes al Papa, pero escrutando los signos de cansancio en este hombre de 85 años, que invocó su falta de “fuerzas” al anunciar el lunes que abandonaría su ministerio a partir del próximo 28 de febrero.
“Se le veía cansado, mayor, pero yo lo he visto muy agradecido con las muestras de afecto de la gente, hubo muchos cánticos, la gente se veía emocionada”, explicó Laura, una joven española de Guipúzcoa (norte de España) que vino con su colegio para asistir a una de las últimas apariciones del Pontifice al frente de la Iglesia católica.
“Como saben”, empezó Benedicto XVI, interrumpido por una gran ovación del público, “como saben, he decidido renunciar al ministerio que el Señor me encomendó”, proclamó, desgranando los motivos de su renuncia, entre ellos el de “no tener ya la capacidad de ejercer el ministerio petrino con el vigor que el mismo requiere”.
Desde el fondo de la sala sus palabras fueron recibidas con aplausos y gritos de “¡Benedetto, Benedetto!”, mientras ondeaban banderas de todos los colores y todos los países.
“Agradezco a todos el amor y la oración con la que me han acompañado”, dijo bajo otra salva de aplausos.
Alentado por fieles de todo el mundo, el Papa apareció con el semblante cansado, aunque no más que otras veces. Un diagnóstico compartido por los expertos vaticanistas que desde el lunes hacen horas extras en la sala de prensa del Vaticano, cerca de la plaza San Pedro, que ha perdido su calma habitual.
“En estos días nada fáciles para mí, he percibido casi físicamente la fuerza de la oración, que me da el amor de la Iglesia y de vuestra oración”, explicó el Papa antes de empezar en varias lenguas una catequesis sobre el sentido de la Cuaresma.
Tras sus palabras en diez lenguas, entre ellas el español, el croata, el árabe y el eslovaco, Benedicto XVI salió con pasos lentos de la sala, levantando discretamente las manos para responder a los vítores de la multitud, sin duda una de sus últimas ocasiones de estar cerca de los fieles.
Expectación en la Plaza San Pedro “¡Superlativo!” gritó un italiano entusiasmado mientras salía, junto a otros cientos de personas, hacia la Plaza San Pedro para mezclarse con los turistas. Algunos fieles ya tienen la vista puesta en el próximo Papa, con expectación pero también con confianza en la Iglesia y en la decisión que tome el cónclave de cardinales, previsto a partir de mediados de marzo.
“Esperamos un Papa más joven para que nos dure más tiempo” aseguró riendo Juan Carlos Beas, un sacerdote chileno que vino al Vaticano acompañado de un pequeño grupo de compatriotas.
“Creo que él ha reconocido honestamente su debilidad, su poca agilidad, la fuerza que se va agotando”, añadió este sacerdote, mientras detrás suyo una banda de música tradicional alemana marchaba solemnemente hacia el inmenso obelisco que preside la plaza.
Poco a poco San Pedro se fue vaciando para dejar paso al ritmo habitual de un miércoles de febrero, con sus cientos de turistas y sus vendedores de crucifijos y ‘paninos’, todos a la espera de la gran despedida de Benedicto XVI prevista el 27 de febrero.