Por: Verónica Klingenberger
Ollanta Humala salió del clóset. Luego de publicado el polémico Decreto Legislativo 1150, que sancionaba con el pase a retiro a policías gays, el presidente, al ser consultado al respecto, se limitó a reafirmar su respeto a las instituciones. Su opinión se resumía en la falta de opinión, y se escudaba, cobarde y facilista, en el anonimato y despersonalización de los efectivos de la PNP : ‘Hay que escuchar también la opinión de ellos’, dijo. Al poco tiempo, una fe de erratas maquillaba dicha ley dejándola en una nebulosa arbitraria: ‘Tener relaciones sexuales que causen escándalo y menoscaben la imagen institucional’. O sea, sean más caletas y todo piola. Humala volvió al clóset de la corrección política a paso de polca y el peruano promedio pasaba a indignarse con el desatino de Álvaro Vargas Llosa, con una nueva masacre en Estados Unidos , o con la última sanción en el más reciente episodio de Combate.
Perdónenme por seguir con el tema, pero todavía tengo algunas preguntas. ¿Quién determina cuándo una relación sexual deba ser calificada de escándalo? ¿Los chirridos frenéticos del camarote de turno? ¿El efectivo que, zambullido debajo de su almohada, tararee algo para evitar escuchar los gemidos de su vecino? ¿Habrá un voluntario dispuesto a recorrer los pasillos con una porra y un amplificador de sonido personal? ¿Qué tanto influirá el género de los implicados? ¿Hasta qué punto el machismo cultural está detrás de cualquier juicio y condena social?
La deshonra y los verdaderos escándalos ocurren, casi siempre, lejos de las camas. Pasan por los malos sueldos, la corrupción , la mafia de intereses, la prepotencia y la discriminación . La policía tiene el derecho de ser respetada por todos los ciudadanos, pero también el deber de protegernos, sin importar nuestra raza, sexo, religión o preferencia sexual. Me pregunto si una persona abiertamente gay puede ser policía en el Perú. Legalmente sé que es posible, pero no quiero ni imaginar la pesadilla que debe ser su día a día. Y si dejamos los uniformes de lado, ¿cuál es la realidad laboral de tantos peruanos y peruanas gay en el Perú? Es más fácil corregir una ley que una cultura. No hay fe de erratas en el bullying cotidiano ni en las celebradas bromas homofóbicas entre colegas. Y por eso es tan necesario que el presidente tenga una opinión al respecto y que fomente la tolerancia y el respeto aunque no haya medallas ni galones, solo la convicción y tranquilidad de saber que uno está del lado correcto, educado, civilizado.