Este año, siete personas fueron asesinadas en la Universidad de Oikos en California. El año pasado, tres personas fueron asesinadas en la Universidad de San José, también en California, y dos más en el Virginia Tech de Virginia. En el 2010, dos personas fueron asesinadas en la Universidad Estatal de Ohio. En el 2007, un estudiante de Virginia Tech disparó y asesinó a 32 profesores y compañeros de estudios. La lista es muy larga.
André Simons lidera el equipo del FBI que tiene como tarea terminar con estas masacres. Simons, un agente especial de Supervisión, encabeza el Centro de Asesoría de Conductas Amenazantes (BTAC por sus siglas en inglés) en la Unidad de Análisis de Conducta en la agencia estadounidense. Su equipo está compuesto por agentes del FBI, un agente especial de la Policía del Capitolio y un psiquiatra.
‘No rastreamos potenciales asesinos masivos en los campus universitarios’, explica Simons. ‘Pero las universidades suelen buscar nuestra ayuda cuando el comportamiento de un estudiante se torna peligroso’.
En otras palabras, cuando los profesores de la universidad, psicólogos o policías encuentran actos o declaraciones sospechosas en un estudiante (o profesor u otro trabajador) llaman al equipo de Simons. Cada año, la BTAC, que fue establecida formalmente hace solo dos años, recibe más de 100 solicitudes de asesoría de este tipo.
Aunque los tiroteos masivos en universidades pueden parecer impredecibles, suelen presentar señales previas. Según Simons, ‘existen conductas preocupantes e indicadores que pueden ser reconocidos antes de un ataque”. Entre los años 2000 y 2008, hubo no menos de 83 asaltos violentos en campus estadounidenses, con tiradores que tenían como objetivo a ex novias, profesores o individuos en general.
Seung-Hui Cho, el asesino de 23 años de Virginia Tech, había sido diagnosticado antes del ataque con depresión y desorden de ansiedad, había acosado a estudiantes mujeres y entregado a sus profesores ensayos sobre la violencia.
Actualmente, casi todas las universidades tienen personal entrenado para identificar este tipo de conducta. ‘Si hay una situación urgente en la que una persona ha llevado a cabo un acto violento, pues esto demanda atención inmediata’, explica Simons. ‘Estamos disponibles las 24 horas del día, y en situaciones urgentes, ayudamos a la universidad a decidir qué hacer. Si hay una situación con rehenes, apoyamos al FBI en las negociaciones’. En la mayoría de casos, el equipo de Simons recomienda tratamientos de salud mental.
El nuevo enfoque de encontrar asesinos potenciales (en vez de convertir las universidades en fortalezas) ha obtenido buenos resultados: en el 2008, cuando las universidades empezaron a actuar, 55 personas fueron asesinadas en campus estadounidenses. El año anterior a ese hubo 66 víctimas. ‘Si las universidades no hubieran actuado, es muy posible que más crímenes hubieran sido perpetrados’, apunta Simons.
James Alan Fox, autor del libro Violencia y seguridad en los campus, señala que ‘las universidades son espacios abiertos, no podemos convertirlas en fortalezas. Los estudiantes no querrían ir a una universidad donde constantemente les recuerden que existe un potencial peligro de violencia’.
Las pistas Según James Alan Fox, existen algunas características propias de un asesino masivo.
1. Estudiante de últimos ciclos: ‘Muchos están estresados y cuando desaprueban sienten que ya no tienen nada que perder’.
2. Historial de decepción y frustración: ‘Un patrón de fracaso personal es el detonador perfecto’.
3. Aislamiento social: ‘Muchos tienen pocos amigos y prefieren estar solos’.
4. Culpan a otros: ‘En vez de culparse a sí mismos por sus errores, culpan a sus profesores, socios y compañeros de clase’.