Es una niña, pero ya se sabe diferente. Las miradas no son las mismas que las dirigidas a sus compañeros y trata de alejar la gran cantidad de bello que recorre su cuerpo a fuerza de arrancarlo. Su padre la dejó en un jardín de infantes y nunca la volvió a recoger. Una carga muy pesada para tener tan solo 6 años.
Su madre también abandonó el entorno familiar cuando era aún una bebé. Pero no deja de sonreír. Aún no comprende muy bien por qué no tiene tantos amigos, pero tiene el apoyo de un anciano familiar. Esperamos que esta cualidad congénita no merme su desarrollo personal.