Es la segunda operación más popular en el campo de la cirugía estética a nivel mundial, con un millón y medio de mujeres pasando por el quirófano en 2010.
Dos horas duró la primera intervención. Hoy, ya con 80 años, Lindsey recuerda que “se sentían suaves, como senos reales”.
“Pienso que no entendí en ese momento la magnitud del cambio hasta que salí a la calle y los hombres comenzaron a silbar cuando me veían”, añade. Aunque la operación colaboró con su autoestima, y fue un placer para ella la nueva atención que generaba en los hombres, Lindsey nunca planeó aumentar el tamaño de sus senos.
Ella se encontraba en el hospital para remover un tatuaje de uno de sus pechos, cuando los doctores le preguntó si quería ser voluntaria para la primera operación de esta naturaleza. “Yo estaba más preocupada en arreglarme mis orejas, que sobresalían como las de Dumbo. Y ellos dijeron: ‘Listo, podemos hacer eso también’”. Entonces el trato quedó finiquitado.
A medio siglo de esta innovación, no solo es utilizado por mujeres que quieren verse con más busto sino también por pacientes que han pasado por una mastectomía debido a un cáncer de mama.